Hoy es el Día de la Madre, y por eso nos acordamos de nuestras mamás, de las que están vivas, y de las que ya no están con nosotros, pero que igual están vivas, porque por el Amor de Dios, esperamos que estén junto a Dios. Y como están junto a Dios, aunque no estén aquí en la tierra, están vivas, porque en el cielo todos están vivos y contentos. Les dedicamos esta hermosa oración que es la Santa Misa, para todas las mamás del mundo.
Pero si nos acordamos de las mamás de todo el mundo, de toda la tierra, nos tenemos que acordar también de otra Madre, una Madre del cielo, la Madre de Dios, la Madre de Jesús, la Virgen María, porque Ella es también nuestra Madre, porque Jesús, cuando estaba en la cruz, nos regaló a su Mamá, y desde entonces, Ella también es nuestra Mamá del cielo, junto a nuestra madre de aquí en la tierra.
Nos tenemos que acordar de Ella, porque Ella es nuestra Madre, y porque Ella es nuestra Madre, todo lo que Ella hizo con su Hijo Jesús, lo hace y lo va a hacer con cada uno de nosotros.
¿Qué hizo la Mamá de Jesús con su Hijo? ¿Qué hace nuestra Mamá del cielo con nosotros?
Antes de nacer, la Virgen lo tuvo a Jesús en su panza porque el Espíritu Santo lo llevó a Jesús ahí, a su pancita, para que ahí creciera durante nueve meses, como crecen todos los bebés del mundo. La Virgen se convirtió en la Mamá de Jesús, por el poder del Espíritu Santo, cuando el Ángel le dijo que iba a ser la Madre de Dios, y Ella se convirtió en nuestra Mamá del cielo cuando Jesús estaba en la cruz, y desde la cruz nos regaló a Su Mamá.
Ella nos adoptó a nosotros como a sus hijos, cuando Jesús desde la cruz le dijo a Juan: “Hijo, he ahí a tu Madre”. Somos los hijos de la Virgen, porque Jesús en la cruz nos regaló a Su Mamá. ¡Qué bueno que es Jesús, que nos dio de regalo lo que Él más quería en el mundo, y era su Mamá, y ahora la Mamá de Jesús, es también nuestra Mamá del cielo!
¿Qué más hizo la Virgen con Jesús? Cuando Jesús era Niño, la Virgen lo alimentaba, le preparaba la comida, y le daba para merendar leche con pancitos con miel; a nosotros también nos alimenta: nos da una leche espiritual, que es la Palabra de Dios, y nos da un Pan con sabor a miel, que es la Eucaristía.
Cuando Jesús tenía doce años, la Virgen creía que Jesús se había perdido, pero lo que pasaba era que Jesús estaba en el Templo de Dios, y ahí lo encontró Ella; cuando nosotros no encontramos a Jesús, la Virgen nos trae al Templo, a la Parroquia, y hace que lo encontremos a Jesús en el Sagrario.
Cuando Jesús ya era grande, y se fue camino del Calvario, abrazando la cruz, para subir a la cruz y morir por nosotros, la Virgen lo acompañó todo el camino de la cruz, y cada vez que Jesús se caía, porque la cruz era muy pesada y los soldados le pegaban mucho y muy fuerte, la Virgen lo ayudaba a levantarse: lo miraba con sus ojos llenos de su amor de Madre, y eso le daba fuerzas a Jesús, y así Jesús seguía por el camino de la cruz; a nosotros también nos acompaña la Virgen en el camino de la vida, y nos sostiene con su amor de Madre, para que nosotros también subamos a la cruz, junto a Jesús.
Cuando Jesús ya estaba en la cruz, clavado con los clavos de hierro, se sentía solo, porque todos lo habían abandonado –Jesús creía que hasta su Papá del cielo lo había abandonado, aunque no era así, y por eso dice: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”-, pero la Virgen estaba ahí, parada, al pie de la cruz, y era la Única que lo acompañaba, y Ella le daba fuerzas a Jesús para que Jesús no se sintiera solo y triste; la Virgen era la única alegría de Jesús en medio de tantos dolores que sentía por las espinas de su corona, por los clavos, y por los latigazos que había recibido. La Virgen también nos acompaña a nosotros, cuando nos sentimos solos y estamos tristes, y su Presencia de Madre nos conforta y nos da paz y alegría, y nos hace saber que pronto el dolor y la tristeza van a pasar, porque Ella está a nuestro lado.
Por último, cuando Jesús resucita el Domingo, lleno de luz y de alegría, a la Primera que va a saludar es a su Mamá, y después, cuando subió al cielo, se la llevó con Él, y ahora está con Jesús para siempre; a nosotros, la Virgen, todos los Domingos, nos hace encontrar con Jesús resucitado en la Eucaristía, y nos prepara para que algún día todos vayamos al cielo, para estar con Jesús y también con Ella.
En el Día de la Madre, saludemos con amor a nuestra mamá de la tierra, y también a nuestra Mamá, del cielo, la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra.
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