Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

viernes, 27 de mayo de 2011

¿Cómo debemos asistir a Misa?

Debemos asistir a Misa
como quien asiste
a un sacrificio;
a un banquete;
a un memorial;
pero sobre todo,
debemos asistir
con amor a Dios y al prójimo
en el corazón.

Cuando asistimos a un acto en la escuela, por ejemplo, para el Día de la Bandera, o para el Día de las Islas Malvinas, no podemos comportarnos de cualquier manera, porque lo que sucede es muy importante, y tenemos que estar serios y prestando atención: no podemos conversar, o masticar chicles, o estar tirando dardos de papelitos con cerbatana, cuando cantamos el himno, o cuando la maestra nos dirige la palabra, o cuando se iza la bandera. Tampoco podemos asistir vestidos de cualquier manera, o despeinados, o sin el uniforme: debemos asistir con el uniforme bien planchado y limpio, y bien peinados, y además tenemos que estar muy atentos a lo que sucede.

También nuestros compañeros de clase deben estar como nosotros: prolijos, bien vestidos, atentos, porque se trata de actos solemnes, y muy importantes, donde recordamos, con el corazón y la memoria, hechos muy importantes para nuestra Patria.

Lo mismo sucede cuando venimos a Misa, pero mucho más todavía, porque la Misa es algo solemne, pero también es algo sagrado, porque el mismo Dios, invisible, se hace Presente en la cruz. Y si Jesús muere en la cruz, sobre el altar, dando su vida por mí, ¿cómo voy a estar distraído, hablando de cualquier cosa, contando chistes?

Entonces, si para un acto de la escuela, que es importante, tengo que asistir todo prolijo, limpio, bien peinado, con el uniforme limpio, y también tengo que estar atento, ¿cómo tengo que asistir a la Santa Misa, en donde Jesús baja desde el cielo para dar su vida por amor a mí?

Para saber cómo tenemos que venir a Misa, y qué tenemos que hacer, recordemos los nombres de la Misa: “Santo Sacrificio del altar”, “Banquete Eucarístico”, y “Memorial”.

Si la Misa es un sacrificio, porque se llama “Santo Sacrificio del altar”, debemos comportarnos como quien asistía a la crucifixión de Jesús: con respeto, en silencio, pero sobre todo con dolor de los pecados; debemos tener la disposición interior de unirnos nosotros a Jesús, ofreciéndole algún sacrificio que hayamos hecho en la semana, y ofreciéndole también toda nuestra vida, para que si Él quiere llevarnos con Él en la cruz, así lo haga.

Si la Misa es un banquete, porque se llama “Banquete Eucarístico”, debemos asistir limpios y perfumados, con la pureza y el perfume de la gracia, y debemos asistir con hambre –con mucha hambre, como alguien que no come desde hace días-, pero no de alimentos de la tierra, sino con hambre de Dios, con gran deseo de comer el banquete que Dios Padre nos prepara: Pan de Vida eterna, Carne de Cordero, asada en el fuego del Espíritu Santo, y Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de Jesús resucitado.

Si la Misa es un memorial, en donde no sólo se recuerdan, sino que se hacen presentes, para nosotros, todos los maravillosos dones que Jesús hizo para nosotros, entonces tenemos que asistir teniendo, en la mente y en el corazón, el recuerdo del amor de Jesús, que por nosotros bajó del cielo, y sin dejar de ser Dios, se encarnó en María la Virgen, nació milagrosamente, vivió su vida de niño y de joven, y cuando fue grande, salió a predicar, fue arrestado, juzgado injustamente, y fue muerto en la cruz, y resucitó al tercer día.

Entonces, a la Santa Misa, debemos asistir como quien asiste a un sacrificio, porque es el sacrificio de Jesús en la cruz, y debemos también llevar un sacrificio propio para unirlo al de Jesús; debemos asistir como quien asiste a un banquete, porque allí se ofrece un manjar exquisito, el Pan Vivo bajado del cielo, la carne del Cordero de Dios, y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, que es la sangre de Jesús, y tenemos que ir con mucha hambre de Dios, para devorar con ganas estos manjares, como alguien que hace días que no come nada; debemos asistir como quien asiste a un acto importante, en donde se recuerda algo muy pero muy importante, y tenemos que tener en la memoria y en el corazón el recuerdo de Jesús, que se entregó por nosotros en la cruz, y también el recuerdo de la Virgen María, que ofreció a su Hijo por nosotros.

Pero hay algo muy pero muy importante, sin lo cual no podemos asistir a la Misa, y es el amor: debemos asistir a Misa con algún sacrificio, debemos asistir a la Misa con hambre de Dios, debemos asistir a la Misa con el recuerdo de Jesús y de la Virgen en el corazón, pero sobre todo, debemos asistir a la Santa Misa con un gran amor, con el amor de la Virgen, que estaba al pie de la cruz, y con el amor del apóstol Juan, que era a quien Jesús más amaba.

El amor es lo que hace que nuestra asistencia a la Misa sea perfecta, porque es lo que le da valor al sacrificio, al hambre de Dios, y a su recuerdo. Cuanto más amor tengamos a Dios y al prójimo, al venir a Misa, más perfecta será nuestra asistencia a Misa.

viernes, 20 de mayo de 2011

Los nombres de la Misa (III): Memorial

La Santa Misa
se llama "Memorial",
porque el Espíritu de Dios
hace viva y presente
la Pasión de Amor
de Jesús Salvador.

Ya vimos dos de los nombres de la Misa: “Santo sacrificio del altar”, y “Banquete Eucarístico”. Ahora vamos a ver un tercer nombre, y es el de “Memorial”. Es la Santa Iglesia quien le da este nombre a la Misa, porque después de la consagración del pan y del vino, el sacerdote dice: "Así, Padre, al celebrar ahora el MEMORIAL de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación..." (cfr. Misal Romano, Plegariua Eucarística II, pág. 516)¿A qué suena esta palabra? ¿A qué nos hace acordar? Suena a la palabra “memoria”, y algo tiene que ver con la memoria, pero es un poco distinto.

Veamos qué pasa con la memoria, para saber porqué le decimos a la Misa que se llama “Memorial”. Cuando hacemos memoria, recordamos, o nos acordamos, de algo que pasó, y que quedó ahí, en nuestro cerebro, almacenado. La memoria es como una habitación con varias repisas, y en las repisas se guardan carpetas con hojas: las carpetas con hojas son las cosas que vivimos, y que nos impresionaron por algo, y por eso nos acordamos. En esta habitación, dejamos los malos recuerdos al fondo, en la oscuridad, mientras que hacemos lugar para los buenos recuerdos en la parte central de la habitación. Cuando “hacemos memoria”, es como entrar en esa habitación, ir a una repisa, tomar una carpeta, abrirla y mirar dentro lo que hay. Por supuesto que no buscamos los malos recuerdos, sino solamente los buenos. Lo que tenemos que tener en cuenta es que el recuerdo es solo recuerdo, es decir, por más que nos acordemos, eso que nos acordamos, no se vuelve a hacer realidad, porque está solo en nuestra memoria.

Todos los días usamos la memoria, porque la necesitamos para muchas cosas, por ejemplo, para acordarnos dónde dejamos la cartuchera, el cuaderno, la mochila. ¿Se imaginan si alguien se olvidara a cada momento de lo que hizo? No se podría vivir. Otras veces, usamos la memoria para acordarnos de cosas lindas, como por ejemplo, cuando hicimos aquel gol espectacular, después de pasar a cinco rivales del equipo contrario, o de cuando hicimos esa excursión que estuvo re-divertida, o de cuando fuimos a ese cumpleaños que la pasamos re-bien con todos nuestros amigos. También usamos la memoria para acordarnos de los seres queridos, y de todos los que conocimos, sabiendo que de las personas sólo hay que acordarse de lo buenas que son, y nunca de sus defectos.

Usamos la memoria también para acordarnos de los hechos de los héroes del pasado, como por ejemplo, el cruce de la Cordillera de los Andes, de San Martín, o la creación de la Bandera Nacional, con los colores de la Virgen Inmaculada de Luján, por Belgrano, o las batallas que pelearon los soldados argentinos en el Combate de Obligado, o en las Islas Malvinas.

¿Y en la Misa? La Misa se llama “Memorial” porque hacemos “memoria”. ¿Y de qué nos acordamos en la Misa? En la Misa, el “Memorial”, hacemos “memoria”, es decir, nos acordamos, de lo que Jesús hizo por nosotros, por nuestra salvación. Pero la diferencia con los recuerdos es que, aunque nos acordemos, los recuerdos son solo recuerdos, no son la realidad, en cambio, en la Misa, en el “Memorial”, el recuerdo se hace realidad, por el poder de Dios.

En la Misa nos acordamos que Jesús hizo un gran sacrificio por nosotros, el más grande que ninguno pueda hacer, y es el sacrifico de su vida, en la cruz; nos acordamos que, así como entregó su vida en la cruz y derramó su sangre, así en la Misa entrega su Cuerpo en la Hostia, y derrama su Sangre en el cáliz; en la Misa nos acordamos de Dios Padre, porque es Él quien nos invita a su Banquete, el Banquete Eucarístico, en donde se nos sirve un manjar exquisito, venido del cielo: carne de Cordero, asada en el fuego de Espíritu Santo; Pan de Vida eterna, el Cuerpo de Jesús resucitado en la Hostia, y Vino de la Alianza Nueva y Eterna, que es la Sangre de Jesús, y es un vino que los niños y jóvenes sí pueden tomar, porque es un vino que no es vino, sino la Sangre de Jesús; en la Misa, que es “Memorial”, nos acordamos del Amor de Jesús, porque todo esto que Jesús hace en la Misa no lo hace por obligación, sino porque nos ama con un amor enorme, que no tiene medidas, como un océano sin playas.

En la Misa como "Memorial" nos acordamos de la Pasión de Jesús, por medio de la cual derramó su Amor sobre todos los hombres.

viernes, 13 de mayo de 2011

Los nombres de la Misa (II): El Banquete Eucarístico

La Santa Misa se llama
"Banquete Eucarístico"
porque en Él se ofrece
el manjar más exquisito,
el Pan Vivo bajado del cielo,
la Carne del Cordero de Dios,
y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna,
la Sangre de Jesús resucitado.


Ya vimos que un nombre de la Misa es: “Santo Sacrificio del Altar”. Ahora vamos a ver otro nombre de la Misa, que es el de: “Banquete Eucarístico”. En la Misa, antes de la comunión, el sacerdote nos invita a rezar el Padrenuestro, para que participemos dignamente del "banquete eucarístico", y dice así: "Antes de participar en el BANQUETE DE LA EUCARISTÍA, signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna, oremos juntos como el Señor nos ha enseñado" (cfr. Misal Romano, Rito de la comunión, pág. 537). ¿Qué quiere decir este nombre? Para saber qué quiere decir este nombre, veamos primero qué quiere decir: “banquete”.

Un “banquete” es cuando hay una fiesta, y sirven una comida muy, pero muy rica. Imaginemos que alguien nos invita a comer, y cuando llegamos, hay una mesa toda llena de las comidas que más nos gustan: pollo con papas fritas, milanesas con puré, pollo al horno, pavo al horno con papas, carne de cerdo, asado con chinchulines, mollejas, morcillas, cordero asado, chivo asado, pan bien crocante, calentito, para comerlo mojado en la salsa; para beber, hay gaseosas, jugos de toda clase, y de postre, todo lo que nos guste: helados de todos los gustos y colores, tortas de chocolate, de hojaldre con dulce de leche, y una cantidad enorme de dulces. Imaginemos entonces que nos invitan a comer, y que en la mesa hay todo esto, y mucho más, y hay tanto y tan rico, que no sabemos por dónde empezar: esto es un “banquete”, una comida exquisita, y cuando es muy pero muy rica, a la comida rica se le llama “manjar”. Por supuesto que tal vez habrá alguno al que no le gustarán estas comidas, y en vez de eso, preferirá polenta sin sal, o acelga hervida, o tal vez coliflor, y en vez de carne asada, prefiere una fuente de verduras hervidas y sin sal, y encima, de bebida, capaz que prefiere tomar limonada sin azúcar, pero bueno, es como dice el dicho: “sobre gustos no hay nada escrito”.

Volviendo al banquete, decíamos que es una comida muy rica, mucho más rica que lo normal, y muy abundante.

Para un banquete, además, se necesita una ropa especial, porque no podemos ir de cualquier manera: si estuve jugando al fútbol con mis amigos, en la cancha llena de barro, y resulta que estoy embarrado de pies a cabeza, no puedo ir así; en el caso de las nenas, no se puede ir vestidas de diario, como cuando se usa ropa vieja para ayudar a limpiar la casa a la mamá. Hay que ir bien vestidos, que no quiere decir “comprar ropa nueva”, sino simplemente, la ropa que esté mejor, llevarla bien limpia, planchada y arreglada y, si se puede, perfumada. Eso es tener una “ropa de fiesta”, para asistir al banquete.

¿Y por qué a la Misa se le llama “banquete eucarístico”? Ahora que sabemos lo que es un banquete, podemos entender un poquito más porqué a la Misa se le llama “Banquete Eucarístico”.

En la Misa, hay Alguien que nos invita, porque la Misa está preparada por Alguien, que no son ni las sacristanas, ni los catequistas, ni tampoco el sacerdote: está preparada nada menos que por Dios Padre. Es Dios Padre quien dispone todas las cosas para el banquete que es la Misa. La Misa es un banquete, pero muy especial, y mucho más rico que cualquier banquete rico de la tierra. La Misa es un banquete espiritual, donde no se sirven comidas para el cuerpo, como en los banquetes de la tierra, sino comidas y manjares espirituales, venidos del cielo, no preparados en la tierra, y en donde no se usa el fuego de la cocina, que viene de la leña o el gas, sino un fuego espiritual, el Fuego que es el Amor de Dios, el Espíritu Santo.

En la Misa, en el Banquete de los cielos, se sirve una comida exquisita, un manjar delicioso: carne de cordero, pero no del corderito, el animal que conocemos, sino del Cordero de Dios, asada en el Fuego del Espíritu Santo, y este Cordero que nos da su carne, es Jesús resucitado; en la Misa, Dios Padre nos convida con un pan sabrosísimo, pero no el pan crocante, crujiente y calentito que sale del horno de la panadería, sino el Pan de Vida eterna, la Eucaristía, que sale del vientre virginal de la Virgen María; en la Misa, se sirve una bebida que parece vino, pero no es vino –y por eso la pueden tomar los niños, mientras que al vino de la mesa, el que toma papá, no pueden tomar los niños-, porque es la Sangre del Cordero, Jesús de Nazareth.

Estos manjares son exquisitos, y porque se sirven en la Santa Misa, es que la Misa se llama también “Banquete Eucarístico”.

Pero dijimos que a un banquete, que es una fiesta, hay que ir con ropa de fiesta, que es la misma ropa que usamos siempre, pero limpita y perfumada, y bien planchada. Además, bien peinados y bañados. ¿Y qué pasa con la fiesta que es la Misa? ¿Cuál es la ropa de fiesta para este banquete? El traje de fiesta para este banquete que es la Misa, no es la ropa que se pone en el cuerpo, sino un traje muy especial, espiritual, que es la gracia de Dios, que hace que el alma esté limpita, hermosa, y perfumada con un perfume de los cielos, el “buen olor de Cristo”. Si alguien no tiene este traje de fiesta, no puede entrar al Banquete de los cielos, que es la Santa Misa. Para tener este traje de fiesta, hay que confesarse siempre, con frecuencia, de modo de asistir limpitos y perfumados a la Misa, con la pureza y el perfume de la gracia.

Por todo esto, la Misa se llama “Banquete Eucarístico”. Todos estamos invitados a degustar el exquisito manjar que se sirve en él, el Pan Vivo bajado del cielo, la Carne del Cordero de Dios, asada en el fuego del Espíritu Santo, y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sangre de Jesús, el Hijo de Dios. No desperdiciemos la invitación que nos hace Dios Padre.

sábado, 7 de mayo de 2011

Los nombres de la Misa (I): "Santo sacrificio del altar"

La Misa se llama "Santo sacrificio del altar"
porque en ella Jesús, invisible,
hace lo mismo que hace en la cruz:
entrega su Cuerpo en la Eucaristía
y derrama su Sangre en el Cáliz.

¿Cuáles son los nombres de la Misa? La Misa tiene tres nombres: “Santo sacrificio del altar”, “Banquete eucarístico”, y “Memorial”.

Hoy vamos a ver el primer nombre, “Santo sacrificio del altar”.

¿Porqué la Misa se llama “Sacrificio del altar”? ¿Qué sucede en la Misa para que se llame así? Primero hay que ver qué es “sacrificio”: un “sacrificio” es dar algo que cuesta mucho. Por ejemplo, si alguien tiene mucha hambre, y tiene para comer sólo un poco de pan, y viene alguien que también tiene mucha hambre, es un sacrificio compartir el pan, porque querría comerlo todo. Por ejemplo, si yo tengo la mesa llena de comida, y viene alguien a pedirme algo para comer, no es un sacrificio que yo le de algo, porque me sobra. El sacrificio tiene mucho valor, porque es mucho más valioso dar de lo que nos falta, que dar lo que nos sobra. Cuando el Ángel Custodio de Portugal se les apareció a los pastorcitos, les dijo que hicieran sacrificios, y les dijo que “De todo se puede hacer sacrificio”, y que lo hicieran, porque “los corazones de Jesús y de María están atentos a vuestras súplicas”. Cuando hacemos un sacrificio, Jesús y la Virgen nos ven, y están atentos a lo que le pedimos, y lo primero que le tenemos que pedir, al hacer un sacrificio, es la conversión de los pecadores, para que los pecadores no se vayan al infierno. Y cuando hagamos un sacrificio, tiene que ser en secreto y en silencio; nadie tiene que enterarse, y mucho menos hay que andar diciendo que uno hace sacrificios; sí se puede decir a un mayor, en secreto, que pueden ser los padres, o algún sacerdote.

“De todo se puede hacer sacrificio”, como dice el ángel, no solo con la comida; puede ser con el tiempo, con las cosas que más me gustan, e incluso con el mismo cuerpo. Hay cosas que son sacrificio, y otras que no son. Si yo estuve estudiando mucho, y me gané como recompensa un tiempo para jugar videojuegos en la computadora, y justo cuando voy a jugar viene mi mamá y me pide que vaya al almacén a comprar algo, es un sacrificio que yo deje de jugar, o incluso que hasta no juegue nada, para ir a hacer las compras que mi madre me pide. Y lo tengo que hacer sin protestar, ni por dentro ni por fuera, contento porque puedo hacer un sacrificio para ofrecerlo a Jesús, pidiendo por los pecadores. Pero no es un sacrificio que yo esté jugando cinco horas seguidas en la computadora, y cuando me piden que la deje, la dejo, y encima, refunfuñando y enojándome. Tampoco es un sacrificio haber estado jugando al fútbol cinco horas con los amigos del barrio, y recién después entrar en casa, cuando me habían dicho que entrara hacía rato. Es un sacrificio, por ejemplo, comer menos de lo que me gusta, o comer más de lo que no me gusta, o no protestar cuando los fideos parecen más un mazacote de engrudo y no fideos al pesto; es un sacrificio no tomar agua helada cuando hace calor, o tomar poco jugo en vez de mucho, para que alcance para todos.

También con el cuerpo puedo hacer sacrificios, como por ejemplo, pasar un poco de sed, es decir, cuando tengo sed, no tomar ahí nomás agua, o jugo, y quedarme con sed por un tiempo, para acordarme de cuando Jesús tenía sed en la cruz, y pedirle por la conversión de los pecadores.

La Misa entonces es un sacrificio, el sacrificio del altar, y quien hace, invisible, un sacrificio en el altar, es Jesús, y por eso el sacerdote dice así en la Misa, después de presentar las ofrendas del pan y del vino en el altar: "Oremos, hermanos, para que este SACRIFICIO mío y de ustedes, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso" (cfr. Misal Romano, pág. 423). En la Misa, Jesús hace un sacrificio, algo que le cuesta mucho, porque lo que da, es su propia vida: da su vida, y con su vida, su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad, en la cruz.

¿De qué manera hace Jesús un sacrificio en la Misa?

En la Misa, sobre el altar, Jesús hace el mismo sacrificio que hace en la cruz: entrega su Cuerpo en la Eucaristía, y derrama su Sangre en el cáliz. El mismo sacrificio que Jesús hace en la cruz, lo hace en la Misa, solo que invisible.

¿Y cómo es que no vemos nada? Porque en la Misa sucede algo que no vemos con los ojos del cuerpo. Algo invisible, misterioso, que sólo puede ser visto con los ojos del alma, iluminados con la luz de la fe.

Imaginemos el altar, que no es de piedra, sino de luz, una luz blanca, muy intensa. En él están el pan y el vino. En la consagración, Jesús baja desde el cielo, en la cruz, y el pan se convierte en su Cuerpo, y el vino en su Sangre. En la Misa, Jesús está, en el altar, con su cruz, obrando el sacrificio del altar, entregando su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.

¿Y porqué hace Jesús este sacrificio tan grande? Para salvarnos y llevarnos al cielo, y lo hace movido por un infinito amor. El amor de Jesús es tan grande, que lo lleva a entregarse en sacrificio en la cruz, por nosotros.

Por esto es que la Misa se llama también: “Santo sacrificio del altar”.

No vengamos a Misa con las manos vacías: hagamos algún sacrificio durante la semana, para ofrecerlo a Jesús el Domingo, en el Santo Sacrificio del Altar.