Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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sábado, 13 de junio de 2015

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 5 – Dios Creador de la Tierra


         Doctrina[1]

         ¿Qué es el hombre? 
      El hombre es un ser racional y libre, compuesto de alma espiritual y cuerpo material, creado por Dios a su imagen y semejanza. El hombre es semejante a Dios, por ser su alma espiritual, inmortal y libre, y especialmente por ser hijo adoptivo de Dios, pues Dios creó al hombre en estado de gracia santificante y lo adoptó como hijo al concederle la filiación divina por medio de su Hijo Jesucristo.

         ¿Cómo creó Dios al hombre? 
        Dios creó al hombre del polvo de la tierra y le infundió el aliento de vida o alma inmortal. El hombre está compuesto de cuerpo material y de alma espiritual, unidos substancialmente, inseparablemente, de manera tal que, separados, no son “hombre”. Además, el cuerpo, al ser material y al ser la materia creada por Dios, es algo bueno en sí mismo. El error de la secta llamada “gnóstica” es afirmar, equivocadamente, que el cuerpo, por ser material, no fue creado por Dios, y por lo tanto es malo, pero eso, como dijimos, es un error.

     ¿Cómo es nuestra alma? Nuestra alma es espiritual e inmortal, dotada de entendimiento y voluntad. Quiere decir que nuestra alma es espiritual, por cuanto tiene facultades espirituales: la facultad intelectiva o inteligencia, por la cual conoce la esencia y el ser de las cosas, y la facultad volitiva o voluntad, por la cual es capaz de amar. Por la conjunción de ambas, el hombre es capaz de hacer actos libres, lo cual es la “imagen y semejanza” de Dios en el hombre, su más alta dignidad.

      ¿De quién recibimos ahora nosotros el cuerpo y el alma? 
    El cuerpo lo recibimos de Dios, por medio de nuestros padres –que por eso se llaman “co-creadores” con Dios- y el alma la recibimos directamente de Dios, que la ha creado de la nada para unirla al cuerpo. Es importante saber que Dios creó el cuerpo del hombre y el alma del hombre, es decir, su componente material y espiritual, porque Dios es Creador de la materia y del Espíritu. Es importante y necesario saberlo, porque hay muchos que niegan este aspecto creador de Dios de la materia, sosteniendo por lo tanto que la materia es “mala” y el espíritu es “bueno”, lo cual es falso: tanto la materia como el espíritu son buenos en sí mismos, porque ambos son creación de Dios.

         ¿Para qué ha creado Dios al hombre? ¿Cuál es su fin? El fin del hombre es glorificar a Dios, o sea, conocerle, amarle, adorarle y servirle como a Padre en esta vida y después ser feliz con Él para siempre en el cielo.

         Explicación


La lámina representa a Dios creando, es decir, sacando todas las cosas de la nada: plantas, árboles, animales, etc. y, por último, al hombre. Sólo Dios, con su omnipotencia, con su poder infinito, puede crear el ser de la nada. Nadie más que Dios tiene el poder para crear el ser de donde no hay nada.

         Antes que el mundo existiera, sólo existía Dios. “Al principio” del tiempo, cuando no existía nada fuera de Dios, Él, por su bondad y virtud omnipotente creó todas las cosas; más no fue para aumentar su bienaventuranza o adquirirla, porque era eternamente feliz, sino para hacernos a nosotros felices, manifestando sus perfecciones por los bienes que reparte a sus creaturas (Conc. Vat. II).
         Notemos que no es lo mismo “crear” que “hacer”. “Crear” es sacar una cosa de la nada, hacer pasar del no ser al ser, y esto supone un poder infinito, propio sólo de Dios. Los hombres no crean, “hacen” solamente. Así, el carpintero “hace” una mesa, pero de madera ya existente.
         Dios creó el universo en seis días, y en el séptimo “descansó”. Esto no quiere decir que estuviera cansado (porque Dios no se cansa nunca ni puede cansarse), sino para indicarnos que cesó de crear y darnos ejemplo de que al final de la semana hemos de dedicar un día al descanso y a su servicio.
         Glorificar a Dios es conocerle, amarle y alabarle por sus infinitas perfecciones. Dios es eternamente feliz, y si quiere que le glorifiquemos es para nuestro bien, pues Él no lo necesita. La gloria de Dios es gloria nuestra, dice San Agustín, y Él no crece con nuestras alabanzas, pero tú alabándole, te haces mejor, y vituperándole, te haces peor. Él sigue siendo el mismo.

         Práctica: respetaré a todos mis semejantes porque son imagen de Dios.

        Palabra de Dios: “Formó el Señor Dios al hombre del polvo de la tierra, e inspiró en su rostro el aliento de vida, y fue así el hombre ser animado” (Gn 2, 7). “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que el alma no pueden matarla; temed más bien a Aquel que puede perder el alma y el cuerpo en el infierno” (Mt 10, 28). “Y el polvo (o cuerpo) volverá a la tierra que fue, y el alma volverá a Dios que le dio el ser” (Ecl 12, 7).

         Ejercicios bíblicos: Ap 4, 11; Mt 10, 28; 1 Cor 11, 8 (Eva procede de Adán en cuanto al cuerpo).



[1] Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla 3 1997.

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