Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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jueves, 25 de junio de 2015

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 8 – Nació de María Virgen

Catecismo para Niños de Primera Comunión[1] - Lección 8 – Nació de María Virgen


         Doctrina

         ¿Quién es la Virgen María? La Virgen María es la Madre de Dios, y también es nuestra Madre espiritual, porque Jesús nos la dio como Madre antes de morir en la cruz, al decirle a Juan: “He ahí a tu Madre” (…), porque en Juan estábamos representados todos los hombres.
         Por ser “Madre de Dios”, la Virgen fue distinguida con el privilegio de ser “INMACULADA CONCEPCIÓN”, que quiere decir que fue concebida sin pecado original; también es la “LLENA DE GRACIA”, porque desde su concepción, estuvo inhabitada por el Espíritu Santo, es decir, el Espíritu Santo vivía en Ella. Por estos motivos, es la “más bendita y alabada entre las mujeres” (Lc 1, 28-42), que está en el cielo en cuerpo y alma (Lumen Gentium 59).
         En el Evangelio leemos: “María, de la cual nació Jesús” (Mt 1, 16). María es Madre de Jesús, y como Jesús es Dios, bien podemos decir que la Virgen es “Madre de Dios”. María tiene este doble privilegio: ser Virgen y ser la Madre de Dios al mismo tiempo: es Virgen y Madre de Dios.
         ¿Cómo nació Jesucristo? Los Padres de la Iglesia dicen que Jesús nació milagrosamente, saliendo de la Virgen, a la manera que el rayo de sol pasa por un cristal sin romperlo ni mancharlo: así como el cristal permanece intacto antes, durante y después del paso del rayo del sol, así la Virgen permaneció intacta en su virginidad antes, durante y después del parto, y permaneció y permanece Virgen por toda la eternidad.




         Explicación


         En esta lámina se representa el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Ocho siglos antes el profeta Isaías (7, 14) anunció que nacería de una Virgen, y el profeta Miqueas también siete siglos antes dijo que nacería en Belén de Judá (5, 1-2) y así sucedió (Mt 2, 1-6) y nació en un establo o cueva, porque cuando fueron sus padres a empadronarse no hallaron otro lugar donde cobijarse (Lc 2, 1-7). Jesús nació pobre, vivió pobre y murió pobre para enseñarnos a amar la virtud de la pobreza.
         Cuando nació Jesús, los ángeles del cielo se alegraron y cantaron el Gloria: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres…” (Lc 2, 14). San José y la Virgen, y luego los pastores y los Reyes Magos, todos, adoraron al Niño Dios (Mt 2), a Dios, que nacía en Belén –que significa “Casa de Pan”- como un Niño, para luego donarse en la cruz y entregar su Cuerpo y su Sangre como Pan de Vida Eterna en la Santa Misa.
         Quien no adoró a Dios ni se alegró por su nacimiento, pues sabía que le arrebataría a las almas de los hombres que estaban en su poder, era el demonio, puesto que Jesús, como dice la Escritura, vino para “destruir las obras del demonio” (1 Jn 3, 8).
         La Virgen concibió sobrenaturalmente, o sea, no por obra de varón –el matrimonio con San José era meramente legal y el trato entre ellos fue siempre como hermanos-, sino por obra del Espíritu Santo –fue el Espíritu Santo el que creó, de la nada, al alma y al cuerpo humanos de Jesús de Nazareth y los unió inmediatamente a la Persona del Verbo de Dios, en el instante mismo de la Encarnación-, y también sobrenaturalmente dio a luz –como un rayo de sol atraviesa un cristal o un diamante-, y permaneció y permanece virgen por toda la eternidad.
         San José, por lo tanto, no era el padre natural, sino el padre nutricio o adoptivo de Jesús. En sueños, un ángel le hizo saber que María era la Madre del Redentor por obra del Espíritu Santo (Mt 1, 18-25). San José fue el guardián y protector de Jesús y el custodio de la virginidad de María.
         Los dos nacimientos de Jesucristo
         En Jesús hubo dos nacimientos: uno eterno, en el seno del Padre, y es lo que afirmamos cuando en el Credo decimos: “nacido del Padre antes de todos los siglos”, y nace del Padre a la manera que el pensamiento y la palabra nacen del espíritu del hombre, y otro temporal, porque nace en el tiempo, en la historia humana, en la tierra, de la Virgen María y en Belén de Judá. Es por este motivo que Jesús es Dios y hombre a la vez: es Dios, porque es Dios Hijo, nacido del Padre “antes de todos los siglos”; es Hombre, porque es Hijo de María Virgen, nacido milagrosamente en un Portal de Belén. Es Dios desde la eternidad y se hizo hombre en el tiempo para que nosotros, para salvarnos a nosotros, hombres nacidos en el tiempo, para que viviéramos con Él en la eternidad.
         Práctica: no dejar pasar ningún día sin rezar el “Ave María”, porque con esta oración, además de honrar a la Virgen, recuerdo la Encarnación del Verbo de Dios, que se hizo hombre para mi salvación.
         Palabra de Dios: “Cumplido que fue el tiempo (anunciado por los profetas) envió Dios a su Hijo nacido de una mujer” (Gál 4, 4). Toda hermosa eres María y no hay en ti mancha original.
         Ejercicios bíblicos: Mt 1, 16; 1, 18; Lc 1, 28; 1, 42.   



[1] Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla 3 1997.

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