Doctrina
¿Quiénes fueron
nuestros primeros padres? Fueron Adán y Eva, y de ellos descendemos todos
los hombres (Hech 17, 26), y de ellos heredamos también su pecado[1].
¿Qué es el pecado
original? Es aquel con que todos nacemos heredado de nuestros primeros
padres (el pecado original se quita por el bautismo).
¿En qué consiste el
pecado original? El pecado original consiste en que, por culpa de Adán,
venimos al mundo sin la vida de la gracia, que, según designios de Dios,
debíamos heredar de Adán. Para que nos demos una idea, el pecado es como una
mancha oscura que envuelve y cubre al alma, impidiéndole que reciba la gracia;
es como cuando en el cielo, las nubes se vuelven tan oscuras y densas, que
impiden que los rayos del sol lleguen a la tierra. Dios es como un sol, que nos
envía su gracia, que son como los rayos del sol; el pecado es como esa nube
negra y densa que, naciendo desde dentro y luego cubriendo totalmente al alma,
le impide ser alumbrada con la luz de la gracia divina. El pecado es dar la
espalda a Dios y volverse a la creatura; es rechazo de la santidad de Dios.
Explicación
Adán
y Eva expulsados del Paraíso
(Gustavo
Doré)
En
la lámina se representa el pecado original y sus efectos. Este pecado fue de desobediencia y tuvo su raíz en la
soberbia, pues Adán y Eva pecaron en el paraíso terrenal por querer ser como
Dios. En realidad, el pecado de Adán y Eva es un “contagio” del pecado de
soberbia cometido por los ángeles rebeldes en el cielo. El pecado es un
“misterio de las tinieblas” que, comenzando en el demonio y en el resto de los
ángeles rebeldes, se extendió a los hombres a través de Adán y Eva. La soberbia
es el pecado capital del demonio, que en el cielo, fue el primero que, llevado
por su orgullo satánico, quiso “ser como Dios”. Ante la soberbia demoníaca, San
Miguel Arcángel, con voz potente, dijo: “¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios!”,
y luego de una gran lucha en el cielo, entre los ángeles buenos y los malos,
expulsó al demonio y a los demás ángeles rebeldes de la Presencia de Dios (cfr.
Ap 12, 7ss). La virtud opuesta al
pecado de soberbia es la humildad, y es por eso que Jesús nos dice en el
Evangelio que tenemos que ser humildes como Él, si queremos llegar al cielo:
“Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29). Los soberbios, desobedientes y orgullosos, no podrán
entrar en el Reino de los cielos, de ahí la importancia de ser humildes como
Jesús y también como la Virgen.
-El momento fatal para la humanidad sucedió cuando Eva,
después de haber sido engañada por la serpiente (la que sirvió de máscara al
demonio), que le indujo a comer de la fruta prohibida, dio también a Adán,
quien comió a su vez de ella, desobedeciendo el precepto u orden que Dios le
había dado, que fue ésta: “De todos los árboles del paraíso puedes comer; pero
del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día
que comieres de él irremisiblemente morirás” (Gn 2, 15-17). Esto nos hace ver las graves consecuencias de desoír
la Voz de Dios, expresada en sus Mandamientos, para escuchar la voz de la
Serpiente, que nos engaña haciéndonos creer que nuestra voluntad es mejor que
la Voluntad de Dios. Cuando dejamos de cumplir los Mandamientos, para cumplir
nuestra propia voluntad, cometemos un pecado, y es eso lo que les sucedió a
Adán y Eva. Lo que les sucedió a Adán y Eva –cometer un pecado- es lo que
sucede toda vez que el alma escucha y obedece a la voz de la Serpiente, porque
la voz de la Serpiente se expresa en el “yo hago mi voluntad, yo hago lo que
quiero, en vez de hacer la Voluntad de Dios”.
-Consecuencias de
este pecado: Perdieron el don de la gracia o amistad con Dios, quedando
sujetos al trabajo penoso, al dolor y a la muerte.
Fueron arrojados, por un ángel enviado por Dios, del
paraíso, saliendo de él avergonzados y llorando.
Se los representa con un querubín con una espada de fuego
que guarda la entrada del paraíso, el cual ya no volverá a poseer el hombre,
quien en lo sucesivo deberá ganar el pan con el sudor de su rostro.
Con su desobediencia, Adán y Eva introdujeron la Muerte para
el género humano, pues del pecado del primer hombre (pecado original) procedió,
como castigo, la muerte para todos, ricos y pobres. La muerte es consecuencia
lógica del pecado, porque el pecado es alejamiento voluntario de Dios, que es
Fuente de Vida y la Vida en sí misma; al alejarse de la Fuente de la Vida por
el pecado, el hombre perece.
Pero en el mismo momento de la caída, Dios promete un
Salvador, que habrá de venir a través de María Inmaculada. Esto significa la
“Promesa del Redentor” que Dios hizo allí mismo compadecido de nuestros
primeros padres, anunciándoles que vendría un Redentor, que fue Jesucristo,
Hijo de la Virgen Santísima e Hijo de Dios, el cual aplastaría la cabeza de la
serpiente infernal, abriendo las puertas del cielo.
Práctica: Observemos
todo el mal del mundo: violencias, robos, homicidios, crímenes… Todo el mal del
mundo surge del corazón del hombre en pecado, porque así lo dice Jesús: “Es del
corazón del hombre de donde salen toda clase de males: las malas intenciones,
las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la
maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el
orgullo, el desatino” (cfr. Mc 7,
1-8. 14-15. 21-23). También las
consecuencias del pecado se ven en Jesús crucificado, porque sus heridas son a
causa de mis pecados personales. ¡Cuán enorme desgracia ha traído el solo
pecado de Adán sobre todos los hombres! De ahí comprenderé la malicia del
pecado. Por eso haré el propósito de Santo Domingo Savio: “¡Antes morir que
pecar!”.
Palabra de Dios:
“Por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte: y así la
muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos habían pecado (en Adán)” (Rom
5, 12).
Dios anunció la
Redención con estas palabras: “Pongo enemistad entre ti y la mujer, entre
tu linaje y el suyo, éste te aplastará la cabeza cuando tú le asedies el
calcañal” (Gn 3, 15).
Ejercicios bíblicos:
De Adán procedemos todos: Hech 17,
26; la reconciliación nos vino por Jesucristo: Rom 5, 11; 2 Cor 5, 18.
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