Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

sábado, 20 de junio de 2015

El Evangelio para Niños: Jesús calma la tormenta con su voz


(Domingo XII – TO – Ciclo B – 2015)

         En este Evangelio, Jesús se sube a la barca, junto a sus discípulos, para “pasar a la otra orilla”. Mientras van navegando, Jesús se duerme, pero al mismo tiempo, comienza a soplar mucho viento y el viento hace que las olas sacudan la barca y hagan entrar agua dentro de la barca, con lo que la barca parece que va a hundirse. Pero a pesar de todo, Jesús sigue durmiendo, porque parece que estaba muy cansado. Mientras tanto, el viento seguía soplando cada vez más fuerte y más fuerte, haciendo que las olas se vuelven cada vez más altas, con lo que cada vez entraba cada vez más agua en la barca, y lo mismo, Jesús seguía durmiendo. Entonces, a los discípulos les entró mucho miedo y fueron a despertarlo a Jesús, para que hiciera algo. Jesús se despertó y le dijo al viento: “¡Silencio! ¡Cállate!”. Y el viento se calmó en el acto, y al calmarse el viento, se calmaron las olas, dejó de entrar agua en la barca y todo volvió a la normalidad, todo quedó en calma y tranquilidad. Los amigos de Jesús estaban todos sorprendidos y se preguntaban quién era Jesús, porque le obedecían el viento y el mar: “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.

         No es raro que Jesús haga un milagro como el que nos cuenta el Evangelio de hoy, porque Él es Dios, y como Dios, es el Creador del Universo, tanto del visible, como del invisible, y por eso, todo está bajo su completo dominio: bastaría con que Él dijera una sola palabra, y dejarían de existir las guerras en el mundo, el infierno quedaría sepultado para siempre y toda la Iglesia sería elevada a la más alta santidad. Bastaría con que Jesús dijera, desde cualquiera de los sagrarios del mundo: “¡Silencio!”, y reinaría en el mundo la más completa paz y el más gran de los silencios. Eso es lo que hará Jesús en el Último Día, en el Día del Juicio Final. Hasta ese Día, Jesús nos deja en nuestra libertad, para obremos todo el bien que podamos, para que nos ganemos el cielo, y dejemos de obrar el mal, porque el corazón de cada uno, cuando no tiene la gracia de Dios, es como el viento y el mar del Evangelio de hoy: está todo revuelto y embravecido; pero cuando el corazón está en gracia de Dios, cuando el corazón escucha la dulce voz de Jesucristo, entonces es como el viento y el mar cuando ya están calmados. Si nuestros corazones están todos revueltos, como el viento y el mar que provocan la tormenta, no vamos a poder recibir a Jesús, que viene, manso y humilde, escondido en la Eucaristía. Que nuestros corazones sean entonces, dóciles y mansos, como el viento y el mar, que se calman al escuchar la dulce voz de Jesús, para que así, en el silencio y en la calma, podamos recibir a Jesús, que viene en la mansedumbre del Pan del Altar, la Eucaristía.

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