(Domingo
XXI – TO – Ciclo A – 2017)
Jesús les pregunta a sus amigos qué es lo que la gente
piensa que es Él, y sus amigos le dicen que la gente piensa que Él es Juan el
Bautista, o Elías, o algún profeta. Después Jesús les pregunta a ellos qué es
lo que ellos piensan que es Él, y el primero en responder y el único en
responder de forma correcta es Pedro: “Tú eres el Hijo de Dios”. Y Jesús lo
felicita porque le dice que ha sido Dios Padre quien le ha inspirado la
respuesta.
Esto quiere decir que Jesús no es un hombre cualquiera, sino
Dios Hijo encarnado, es decir, Jesús es la Segunda Persona de la Trinidad, que
está unida a un cuerpo y a un alma humanos. Jesús es Dios, no es un hombre
cualquiera.
Por eso, el Jesús de la Iglesia Católica, es el Único Jesús
verdadero, mientras que el Jesús de las sectas o de las iglesias evangélicas,
son falsos, porque para ellos Jesús no es Dios, sino solo un hombre bueno, un
profeta, pero solo un ser humano, y nunca Dios Hijo en Persona. Menos todavía
es verdadero el Jesús de los judíos, para quienes es solo un hombre, o el Jesús
de los musulmanes, para quienes también Jesús es solo un hombre.
Sólo la Iglesia Católica cree en el verdadero Jesús, que es
Dios Hijo, el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad. Y esto es muy
importante, porque si Jesús es Dios, entonces la Eucaristía es Dios, porque la
Eucaristía es Jesús, el Hijo de Dios, que está escondido, invisible, en la
Eucaristía.
Es por eso que solo los católicos adoramos la Eucaristía,
porque sólo los católicos tenemos Eucaristía; los demás, solo tienen un pan
bendecido. Y cuando comulgamos, nos unimos a Jesús y Él nos da su Espíritu
Santo, que santifica y hace igual a Dios nuestras almas, además de purificar
nuestros cuerpos.
Por eso, cometen un gravísimo error los católicos que se van
a las sectas o a otras religiones, porque dejan al Dios verdadero, que está en
la Eucaristía, por un Jesús falso.
Desde la Eucaristía, Jesús también nos pregunta a nosotros: “¿Y
tú, hijo mío, quién dices que soy en la Eucaristía?”. Y nosotros, iluminados
por el Espíritu Santo y con la luz de la Fe de la Iglesia, le decimos: “Jesús,
Tú eres el Dios de la Eucaristía, y por eso nosotros te adoramos en la
Eucaristía y te recibimos con amor en la comunión eucarística”.
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