Hagamos de cuenta que alguien nos pregunta cuántas cosas son importantes en esta vida. Nosotros le tendríamos que decir que hay sólo una cosa importante en esta vida, y es salvar el alma, y para salvar el alma, tenemos que tratar de ser como Jesús, y si nosotros queremos ser como Jesús, tenemos que saber cómo era Jesús cuando era niño. ¿Cómo era Jesús cuando era chico? ¿Qué hacía cuando tenía la edad de ustedes? ¿Lo podemos seguir viendo así, como era antes de ser grande?
En
Jesús vivía en un pueblito muy chico, que se llamaba Nazareth. En esa época, no había nada de lo que hay ahora: ni autos, ni motos, ni aviones, ni barcos, y las casas eran casas todas de barro, y muy chiquitas.
Sí había un mercado, en el centro del pueblo, y cuando
Jesús crecía como todos los niños, y aunque Él era Dios, y como Dios todo lo sabía, lo mismo, cuando crecía, iba aprendiendo a caminar, a hablar, a saber los números, los colores, los nombres de los animales[1]… Jesús era Dios, y como Dios, todo lo sabía, y no necesitaba aprender nada, pero como Niño lo aprendía todo, y eran
Jesús tenía amigos, y tenía primos, y era muy bueno con todos. Jugaba con ellos, pero en ese tiempo los juegos eran más sencillos que ahora, porque no había lo que hay ahora: Play station, juegos de computadora, ¡ni siquiera había pelota de fútbol, para jugar un partido, y ni siquiera se había inventado el fútbol! Pero lo mismo Jesús no se aburría, porque jugaban a las carreras –aunque Jesús corría muy rápido, algunas veces se dejaba ganar, para que los demás no se enojaran-, o si no jugaban con los juguetes de madera que su Papá José le hacía. Pero además de jugar, Jesús iba a visitar a sus amigos enfermos, y cuando lo iba a visitar, siempre les llevaba algún presente, de los que había entonces: pan, queso, nueces, para que los amigos que estaban enfermos se sintieran mejor. Y con su ejemplo, Jesús nos enseña que tenemos que visitar a nuestros amigos enfermos, y ayudarlos para que se mejoren.
Jesús iba mucho al Templo. Una vez, cuando Jesús tenía doce años, pasó lo siguiente: su Mamá,
Así era la vida de Jesús cuando era niño: amaba a sus padres, a sus primos, a sus amigos; era obediente, servicial, trabajaba con su Papá y, sobre todo, se preparaba para su gran misión, que era morir en la cruz para salvarnos a todos y llevarnos a todos al cielo. Jesús, cuando Niño, vivía muy feliz con su Mamá y con su Papá de la tierra, pero siempre pensando que iba a morir en cruz.
Y ahora, ¿qué pasa? ¿Jesús se fue al cielo, y ya no podemos verlo más? Jesús fue al cielo, después de morir en la cruz, porque resucitó, pero lo mismo viene a esta tierra, y cuando viene, se le aparece a muchos santos.
Una vez se le apareció a una santa muy santa, que se llama Santa Teresa de Jesús, cuando ella estaba en el convento. Santa Teresa iba a subir por una escalera del convento, y ahí se le apareció Jesús como un Niño de doce años. Ella se sorprendió porque los niños no pueden entrar en los conventos, y entonces le preguntó: “¿Y tú quién eres?”. Y Jesús le respondió preguntándole también: “¿Y quién eres Tú?”. Santa Teresa le dijo: “Yo soy Teresa de Jesús”. Y el Niño le dijo: “Yo soy Jesús de Teresa”.
Y para acordarse siempre de esta aparición, Santa Teresa mandó que en todos los conventos hubiera siempre una imagen del Niño Jesús
Jesús Niño también se le apareció, hace muchos años, a otra santa, que se llamaba Margarita del Santísimo Sacramento, y cuando se le apareció, le hizo esta promesa: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia, y tu oración será escuchada”.
Y después hubieron muchos, pero muchos santos, a los que Jesús Niño se les apareció.
A nosotros seguramente no se nos va a aparecer, pero como nosotros amamos mucho a Jesús Niño, lo que vamos a hacer es consagrarnos al Divino Niño, para que el Divino Niño, más que aparecerse, esté siempre en nuestro corazón. Nos vamos a consagrar para que el Niño Jesús viva siempre en nuestro corazón, y le vamos a prometer que vamos a tratar de ser lo más buenos posibles, para ser como Él.
ORACIÓN de Consagración al Divino Niño
Acuérdate, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a
Ayúdame a llevar una auténtica vida cristiana, para conseguir una eternidad feliz. Por los méritos infinitos de tu encarnación y de tu infancia, concédeme la gracia que te estoy pidiendo (aquí se expresa el favor que se quiere alcanzar). Me entrego a ti, oh Niño Omnipotente, seguro de que escucharás mi súplica y me fortalecerás en la esperanza. Amén.
[1] Cfr. Mi vida en Nazareth, 37.
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