Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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viernes, 23 de noviembre de 2012

Cristo Rey del Universo - Homilía para Niños



         Hoy la Iglesia nos pide que nos acordemos de Jesús, que es Rey del Universo. Esto lo sabemos porque cuenta el Evangelio que cuando lo pusieron preso a Jesús, lo llevaron para que hablara con el gobernador de los romanos, que se llamaba Poncio Pilato, y cuando estuvo delante de Jesús, le preguntó: “¿Tú eres Rey de los judíos?”, y Jesús le respondió: “Tú lo dices”, que es como decir “Sí, soy Rey”.
         Entonces, nosotros festejamos a Jesús, que es Rey, porque Él mismo dijo que era Rey, y es Rey desde su nacimiento virginal del seno virgen de María, pero también es Rey desde siempre, porque Él existe en el cielo desde toda la eternidad, junto a su Papá Dios. Jesús es Rey porque Él es Hijo de Dios y también Hombre perfecto, no solo sin pecado, sino lleno de gracia y santidad.
         ¿Cómo es Jesús Rey? Para saberlo, primero tenemos que ver cómo son los reyes de la tierra: tienen corona de oro, se visten con vestimentas de seda muy fina y muy cara, bordadas con hilos de oro; el sillón desde donde reinan es grande, cómodo, y todo cubierto con terciopelo; tienen un cetro de madera de ébano, una madera muy fina, que cuesta mucho dinero, con el que mandan a los demás; toda la gente les hace reverencias y se inclinan ante ellos; cuando los eligen, el pueblo les dice: “Éste es nuestro rey”.
         Jesús, Rey eterno, es distinto a los reyes de la tierra: en vez de corona de oro, plata y diamantes, tiene una corona de espinas; en vez de una vestimenta de seda con hilos de oro, está vestido con una túnica roja que es su propia sangre, que sale de sus heridas abiertas; su cetro, con los que gobierna los corazones, son los clavos de hierro de sus manos y pies; en vez de sillón de terciopelo, su trono es la Cruz de madera; los que lo aman y lo reconocen como Rey de sus corazones, se arrodillan ante su Cruz, besan sus pies heridos y traspasados por los clavos, y lo adoran como se adora a Dios, porque Jesús crucificado es Dios crucificado; arriba de su trono, que es la Cruz, hay un cartel, puesto por los romanos, por encargo de Dios Padre, que dice: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”.
         Cuando los reyes de la tierra entablan una batalla, salen con sus tropas y se colocan en un monte alto, para poder ver desde allí el curso de la batalla, y dirigir con eficacia sus ejércitos, para vencerlos para siempre, para que sus reinos se vean libres de sus enemigos.
         También Nuestro Rey Jesucristo, que reina desde el madero de la Cruz, pelea una gran guerra, y también Él se sube a un monte alto, el Monte Calvario, para que todos los hombres de todos los tiempos puedan verlo, para que viéndolo así crucificado lo amen, para que amándolo en el tiempo, se salven en la eternidad; Jesús es Rey victorioso, que no manda a sus ejércitos, que son miles de millones y de millones de ángeles de luz, sino que sale a pelear Él mismo, en Persona, para defendernos de nuestros enemigos, y Él pelea, lucha y vence en la Pasión, desde la Cruz, y es de la Cruz, que este Rey victorioso manda que por el poder infinito de su Sangre, todos se salven y que sus enemigos, que son los enemigos del hombre, el demonio, el mundo y la carne, sean destruidos para siempre y encerrados en la prisión subterránea, para que nunca más molesten a sus hermanos, los hombres.
         Por todo lo que Jesús, Nuestro Rey, ha sufrido para conseguirnos la victoria, es que debemos postrarnos delante de Él en acción de gracias, y adorarlo por su inmensa majestad y poder, y por su infinito y eterno Amor.
         Jesús es Rey de todo el Universo, el visible y el invisible; Él vendrá, al final del tiempo, el Día del Juicio Final, montado en un caballo blanco, como dice la Biblia, y tendrá escrito en su muslo: “Rey de reyes y Señor de señores”, porque es el más poderoso de todos los reyes de la tierra; Él es el Rey de los ángeles, es el Rey de los mártires, de los santos, de las vírgenes, de los doctores de la Iglesia, de los profetas, de los Apóstoles; es el Rey de todos los ángeles buenos y de todos los hombres buenos que ahora, en el cielo, se les da el nombre de “santos”, y quiere también ser nuestro Rey, pero necesita que nosotros le pidamos que sea nuestro Rey, porque Jesús no obliga a nadie a que lo acepten como Rey. Y como nosotros queremos que Jesús sea Nuestro Rey, le decimos: “Jesús, Rey eterno, inmortal, invencible, que reinas victorioso desde el leño de la Cruz; oh Rey Jesucristo, que por Amor a nosotros peleaste la batalla de nuestra salvación y venciste para siempre a nuestros enemigos, el demonio, el mundo y la carne, te lo pedimos, ven a nuestros corazones, planta en ellos tu estandarte glorioso, el estandarte ensangrentado de la Cruz, y sé nuestro Rey para siempre, y nunca permitas que te abandonemos. Ven, oh Rey eterno, reina en nuestros corazones, y te alabaremos y adoraremos por siempre, en el tiempo y en la eternidad. Amén”.
         Si rezamos esta oración desde lo más profundo del corazón, Jesús nos aceptará como súbditos de Él, y entonces podremos usar su distintivo. ¿Cuál es el distintivo de los súbditos de este rey? Porque Jesús Rey eterno reina desde el madero de la Cruz, los súbditos de este Rey bendito tienen como distintivo real el crucifijo y su bandera es el manto celeste y blanco de la Reina de cielos y tierra, la Virgen Inmaculada, María Santísima.
        

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