En este Domingo comenzamos un tiempo de preparación para la
Navidad, que se llama “Adviento”, que quiere decir: “Llegada”. En Adviento,
entonces, nos preparamos para la “Llegada” de “Alguien” en Navidad. ¿Quién es “el
que llega” en Navidad? ¡El Niño Dios, que va a nacer en Belén! Y como el
Nacimiento del Niño Dios es lo más importante del mundo, la Iglesia le dedica
todo un mes para que nos preparemos para de su llegada.
¿Cómo tenemos que prepararnos para recibir al Niño Dios?
Para saber cómo tenemos que prepararnos, tenemos que
acordarnos de cómo es Jesús, el Niño Dios: como su nombre lo dice, es Dios y
por lo tanto, es santo, y santo quiere decir que es infinitamente bueno, sin la
más pequeñísima sombra de maldad. Para darnos una idea, pensemos en alguien
bueno que conozcamos, como algún santo, la Madre Teresa, el Padre Pío, o
alguien de nuestra familia, como nuestra mamá, y lo multipliquemos por mil
millones de veces; luego multipliquemos de nuevo, y así sin parar: todavía no
llegaremos a la bondad del Niño Dios. Si el Niño Dios es tan bueno, porque es
santo, ¿podemos recibirlo con un corazón malo, enojado? No, de ninguna manera,
y es por eso que en Adviento tenemos que crecer en la bondad y en el amor al
prójimo y a Dios. Sin amor en el corazón, no podemos recibir al Niño Dios, y
como el amor se demuestra por obras para con los que más necesitan, y no tanto
por las palabras, entonces Adviento es tiempo de obrar las obras de misericordia
que nos pide la Iglesia. ¿Cuáles son? Las corporales: Dar de comer al
hambriento; Dar de beber al sediento; Vestir al desnudo; Visitar a los enfermos;
Asistir al preso; Dar posada al peregrino; Sepultar a los muertos. Las
espirituales: Enseñar al que no sabe; Dar un buen consejo al que lo necesita; Corregir
al que yerra; Perdonar las injurias; Consolar al triste; Soportar las flaquezas
del prójimo; Orar por vivos y difuntos. Cuantas más obras de misericordia
hagamos, más amor habrá en nuestro corazón, y así estaremos más preparados para
recibir a Jesús.
Otra cosa que tenemos que saber del Niño Dios, y que nos
ayudará a prepararnos mejor para su llegada, es que Él es Dios Hijo, que vive
desde siempre con su Padre, Dios, en el cielo, y como su Papá le pidió que
bajara aquí a la tierra para salvarnos, el Niño Dios tuvo que dejar a su Papá
Dios, para encarnarse en ese cielo en la tierra que es el seno de la Virgen
María. Pero a pesar de que Jesús bajó del cielo, adonde quedó su Papá Dios,
nunca dejó de estar en comunicación con Él. ¿Cómo hacía para comunicarse con su
Papá que estaba en el cielo, estando Él en la tierra? En ese entonces no había
teléfonos, ni internet, como hay ahora, y que son las cosas que usamos los
hombres para comunicarnos; pero aunque hubieran existido estas cosas, Jesús no
las habría usado para comunicarse con su Papá Dios, porque Jesús se comunicaba
con su Papá por medio de la oración, que es algo mucho mejor que hablar por
teléfono, porque hablar por teléfono es hablar con los labios, mientras que la
oración es hablar con el corazón. El Niño Dios, desde que llegó a este mundo y
se encarnó en el seno de su Mamá María, no dejó nunca de hablar con su Papá
Dios, por medio de la oración del corazón. Entones nosotros, para recibir a
Jesús en Navidad, tenemos que aprovechar el Adviento para hacer mucha oración,
que no es repetir palabras vacías con los labios, sino hablar con amor a Dios
Amor, desde lo más profundo del corazón. Cuanta más oración hagamos, mejor
preparados estaremos para recibir a Jesús, porque la oración del corazón es el
lenguaje de Jesús.
Por último, hay otra cosa que tenemos que ver en la llegada
de Jesús, y es que cuando Jesús dejó el cielo, donde estaba muy alegre con su
Papá Dios y con Dios Espíritu Santo, vino aquí, a la tierra, a otro cielo tan
lindo como ese, la panza de su Mamá, la Virgen María, y ahí también Jesús
estaba muy contento y feliz, porque lo rodeaba el amor de su Mamá, que era el
mismo Amor de su Papá en el cielo, el Espíritu Santo. Pero Jesús también
sufría, porque desde el mismo momento en que se encarnó, en que se hizo un bebé
pequeñito en la panza de su Mamá la Virgen, ahí comenzó a sufrir mucho por la
salvación de todos y cada uno de nosotros. Después, cuando nació, siguió
sufriendo, porque hacía mucho frío y tenía hambre, como todo bebé recién
nacido, y a pesar de que la Virgen lo abrigaba y lo alimentaba, Él lo mismo
seguía sufriendo, y después siguió sufriendo, en silencio, sin que nadie se
diera cuenta, toda su vida, y sufrió todavía más en el Huerto de los olivos y
en la Cruz, para que nosotros pudiéramos salvarnos e ir al cielo.
Entonces, para poder recibir bien a Jesús en Navidad,
tenemos que acompañar a Jesús en su sufrimiento, y si no tenemos una enfermedad
dolorosa para ofrecerle, entonces podemos ofrecerle un sufrimiento voluntario,
que se llama “penitencia” o “sacrificio”: privarnos de algo bueno que nos
gusta, como un vaso de gaseosa helada en un día de mucho calor, o no quejarnos
cuando algo nos moleste, o hacer algo bueno que nos cueste trabajo hacerlo,
etc. De esta manera, con la penitencia y el sacrificio, prepararemos el corazón
para recibir a Jesús que llega en Navidad, porque Jesús ama el sacrificio hecho
por amor.
Entonces, el Adviento es un tiempo para prepararnos para
recibir a Jesús, y esta preparación la podemos hacer con tres cosas: obras de
misericordia, oración y penitencia. Cuantas más obras de misericordia hagamos,
cuanta más oración hagamos, y cuanta más penitencia hagamos, con tanto más amor
recibiremos al Niño Dios, que llega para Navidad.
Wow que hermosa explicación, sin duda lo leere a mis hijos. Gracias por este espacio.
ResponderEliminarSLDS