Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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viernes, 16 de noviembre de 2012

Santa Misa de Primeras Comuniones: el inicio de una vida de comunión y de amor con Jesús Eucaristía



         ¿Qué sucede en la Primera Comunión? Sucede algo muy pero muy importante, lo más importante que le puede pasar a alguien en su vida, algo mucho más importante que ser presidente, o ganar una carrera, un mundial, o ser millonario. Lo que ocurre en la Primera Comunión es que Jesús, que es el Hijo de Dios Padre, baja del cielo para quedarse en la Eucaristía, en el altar, para entrar por primera vez en el corazón de los niños que hacen la Primera Comunión.
         Jesús los quiera tanto, pero tanto, a todos y a cada uno de ustedes, que va a bajar, dentro de poco, cuando el sacerdote diga las palabras de la consagración –“Esto es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre”-, al altar, y va a convertir el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre, para así poder entrar por la comunión eucarística en los corazones como si fuera pan, pero ya no es más pan, porque es Él en Persona.
         No hay nada en el mundo más importante que la Primera Comunión, porque Jesús en Persona viene a nuestro encuentro; baja del cielo obedeciendo a las palabras del sacerdote, y se queda en la Eucaristía, esperando que lo recibamos. Si nosotros estamos impacientes por recibirlo, Él lo está mucho más, porque Jesús estuvo esperando este momento desde que ustedes nacieron y fueron bautizados, y todavía más, Él estuvo esperando este momento desde antes que ustedes fueran creados y concebidos en el vientre de sus mamás. El Corazón de Jesús palpita de amor, de alegría y de emoción, esperando que llegue el Gran Momento, el momento en que ustedes tomen la Primera Comunión, porque será la Primera Vez que Él entre a ustedes como Pan de Vida eterna.
         Jesús los quiere tanto, que organizó todo lo que vemos hoy, para venir a ustedes: fue Él el que inventó la Misa; fue Él el que dispuso todas las cosas para que hoy pudiéramos celebrar esta Misa; fue Él el quien hizo que tuviéramos catequistas que nos enseñaran el Catecismo; fue Él el que trajo el coro, el que hizo que pusieran las flores, el que hizo que el templo estuviera limpio y arreglado, porque Jesús quería que todo estuviera hermoso y brillante para este momento, para el momento del encuentro suyo con cada uno de ustedes.
         Es tanto el deseo que tiene Jesús de entrar en nuestros corazones, que Él esperó todo este tiempo -¿cuánto tiempo?-, ocho años, nueve años, diez años, once, doce, trece, para que llegue este día.
         ¿Y como qué es la llegada de Jesús al corazón? Como cuando un ser querido golpea la puerta de entrada, para que le abramos. Jesús, en el Apocalipsis, el último libro de todos los libros de la Biblia, dice: “Estoy a la puerta y llamo, si alguien escucha mi voz y me abre, entraré en él y cenaré con él y él conmigo”. La puerta que Jesús toca es nuestro corazón, y Él quiere entrar para darnos el alimento de los ángeles, que es la Eucaristía, su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.
Pero también es como cuando en la Biblia se dice: “El cuerpo es templo del Espíritu Santo”, y como el cuerpo es templo del Espíritu, el corazón entonces es sagrario de Jesús. Al entrar Jesús, nuestro corazón tiene que ser como un sagrario, que aloje con amor a Jesús Eucaristía, y mantenga siempre encendida la llama del amor, que indica su Presencia -así como la lucecita del sagrario indica que está Jesús Eucaristía ahí presente-, con obras buenas.
         Y si el Corazón de Jesús late de amor y de impaciencia por entrar en nuestros corazones, también nosotros tenemos que estar impacientes por recibirlo, con un corazón lleno de fe y de amor, latiendo a toda prisa por el amor y la emoción de recibirlo.
Por eso, una vez que Jesús entró por la comunión, con tanto amor de parte suya , no podemos olvidarlo, ni mucho menos echarlo, y eso pasa cuando, en vez de pensar en Jesús y en su Cruz, nos pasamos el día pensando de muchas cosas, tal vez buenas, otras no tanto, pero que siempre nos alejan de Él; también lo echamos cuando obramos el mal, cuando nos portamos mal, cuando desobedecemos, cuando mentimos, cuando peleamos, porque Jesús no puede y no quiere estar en un corazón enojado. Él se siente a gusto en los corazones que son como el suyo. ¿Y cómo es el Corazón de Jesús? “Manso y humilde”, como nos dice Él en el Evangelio.
         Preparemos entonces el corazón para recibir a nuestro Dios, Jesús, y le pidamos a la Virgen que entre Ella primero, para que si ve algo que no tiene que estar en el corazón, lo saque, para que Jesús se sienta a gusto. Y recordemos que con la Primera Comunión no termina el curso de catecismo; empieza una vida nueva, una vida en íntima comunión de vida y de amor con Jesús Eucaristía. ¡Algo tan lindo, como la Primera Comunión, no puede durar sólo un día! ¡Tiene que ser todos los días de la vida, hasta que lleguemos a ver a Jesús cara a cara en el cielo, y por eso tenemos que querer recibirlo todas las veces que podamos!

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