Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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domingo, 16 de julio de 2017

El Evangelio para Niños: Jesús es la semilla y nuestro corazón la tierra donde cae la semilla


(Domingo XV – TO – Ciclo A – 2017)

         En esta parábola, Jesús utiliza la imagen de un sembrador, que va por el campo esparciendo la semilla. Las semillas caen en distintos tipos de terrenos, por lo que no todas germinan; por ejemplo, algunas “caen al borde del camino” y no germinan porque los pájaros las comen; otras, dice Jesús, “caen en terreno pedregoso”, pero como no hay mucha tierra, apenas germinan, se secan; otras semillas caen entre “cardos espinosos”, y estos cardos ahogan a las pocas que pueden germinar; por último, algunas semillas caen en tierra negra, húmeda, fértil, se hunden en la tierra, y como tienen humedad y nutrientes, terminan por germinar, crecen, se transforman en un árbol que da frutos exquisitos, aunque hay algunos árboles que están cargados de frutos, mientras que otros tienen menos.
         ¿Qué quiere decir esta parábola de Jesús?
         El sembrador que esparce la semilla es Dios Padre;
-la semilla es la Palabra de Dios, es decir, su Hijo Jesús, que viene a nosotros por la Escritura y por la Eucaristía;
-los distintos tipos de terrenos, son nuestros corazones.
¿Por qué en algunos corazones germina la Palabra de Dios y en otros no?
Jesús nos lo dice:
La semilla al borde del camino es el corazón de “alguien que oye la Palabra del Reino y no la comprende”, pero esta persona, en vez de preguntar a alguien que sepa, qué significa lo que no entiende, se queda de brazos cruzados, y entonces, dice Jesús, “viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón”, es decir, le quita las ganas de leer la Escritura o de comulgar, porque no entiende que la Eucaristía no es un pedacito de pan, sino el Cuerpo de Jesús.
La semilla “en terreno pedregoso” es el corazón del que escucha la Palabra, comulga, está contento porque todo va bien, pero cuando Dios le pone una prueba o permite que lo persigan a causa de la Palabra, en seguida abandona y deja de leer y comulgar. Sería el caso, por ejemplo, de alguien que, cuando se están burlando de Jesús o de la Virgen, por miedo a que le digan algo, se queda callado, en vez de defenderlos.
La semilla que cae entre cardos espinosos es el corazón de aquel que escucha la Palabra, que lee la Escritura y comulga, pero le da mucha importancia a los problemas del mundo, o bien se deja tentar por la avaricia.
Por último, la semilla que cae en tierra negra, húmeda, fértil, es el corazón del que está en gracia –es la gracia la que transforma nuestros corazones en terreno fértil-; en este corazón, la semilla se hunde y como encuentra nutrientes y suficiente humedad, crece, echa raíces, y se transforma en un árbol, que es un árbol muy especial, la Santa Cruz de Jesús, cuyo fruto es el Sagrado Corazón de Jesús –el único Árbol de la vida es la Cruz de Jesús y no el amuleto en forma de árbol-. En este corazón, en donde la semilla se transformó en la Cruz, está tan unido al Corazón de Jesús, que da los frutos de la Cruz, que son: caridad, paciencia, bondad, pureza de cuerpo y alma, sacrificio, humildad.
Entonces, la parábola del sembrador nos lleva a pensar en qué clase de terreno es nuestro corazón: si un terreno pedregoso, lleno de cardos espinosos, que son los malos pensamientos, las mentiras y las malas acciones, o si por la gracia, es un terreno fértil en donde se ha plantado el Árbol de la Cruz, cuyo fruto exquisito es el Amor del Corazón de Jesús. En pocas palabras, podemos hacer una sencilla prueba para saber qué clase de terreno es nuestro corazón: si damos a los demás, amigos y enemigos, el Amor del Corazón de Jesús, entonces nuestro corazón es un terreno fértil, en donde está plantado el Árbol de la vida, la Santa Cruz de Jesús.





         

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