Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

domingo, 30 de junio de 2013

El Evangelio para Niños: “¿Quieres que hagamos bajar fuego del cielo?”

         (Domingo XIII – TO – Ciclo C – 2013)
         Una vez Jesús iba caminando hacia Jerusalén, porque Él quería cuanto antes subir a la Cruz para ofrecerse en sacrificio por nuestra salvación. Junto con Él iban sus amigos, y entre ellos, Santiago y Juan. En el camino, pasaron por un pueblo de samaritanos, que cuando se enteraron que iban a Jerusalén, no los quisieron recibir, porque los judíos y los samaritanos estaban peleados.
         Entonces, Santiago y Juan se enojaron mucho y le dijeron a Jesús: “Jesús, ya que estos samaritanos no nos quieren recibir, porque son nuestros enemigos, ¿querés que hagamos bajar fuego del cielo para que queden todos cocinados?”. Cuando Santiago y Juan le dijeron eso a Jesús, Él se sintió muy apenado, y a pesar que no quería hacerlo, los retó, porque Santiago y Juan, a pesar de que pasaban mucho tiempo con Jesús y escuchaban todas sus enseñanzas, no habían aprendido cuál era la enseñanza principal de Jesús: el amor. Jesús les había dicho: “Amen a Dios y a su prójimo, y amen también a sus enemigos, como Yo los amo, hasta la muerte de cruz”. Santiago y Juan no habían entendido qué quería decir: “Amar a los enemigos”, y todavía seguían con la ley del Talión, que mandaba devolver “ojo por ojo y diente por diente” al enemigo que había hecho un daño. Pero con Jesús esa ley, la ley del Talión, ya no va más: ya nunca más hay que devolver mal con mal; ahora, Jesús nos dice que hay que amar y bendecir a los que nos hacen algún daño y que incluso tenemos que rezar por ellos. Esta es la ley nueva del amor que ha venido a traer Jesús, y es la ley que Él nos da desde la cruz, y se aprende solo quedándose arrodillados al pie de la cruz.
         Si hay que amar a los enemigos, ¿cuál tenía que ser el pedido de Santiago y Juan? Tenían que pedirle a Jesús que baje fuego del cielo, pero no el fuego que quema y destruye y provoca dolor, sino el fuego del Espíritu Santo, el Fuego del Amor de Dios, que quema los corazones sin provocar dolor, y los llena de amor, de paz y de alegría del cielo. Si se hubieran acordado lo que Jesús les había enseñado, que tenían que amar a los enemigos, Santiago y Juan tendrían que haber dicho: “Jesús, estos samaritanos son nuestros enemigos, y no han querido recibirnos porque vamos a Jerusalén. ¿Quieres hacer bajar fuego del cielo, el Fuego del Amor de Dios, para que encienda sus corazones en el Amor divino, y así sean nuestros amigos y hermanos para siempre?”. Eso mismo tenemos que pedirle nosotros a Jesús, para aquellos que son nuestros enemigos: que el Espíritu Santo, que es Fuego de Amor, encienda sus corazones y los nuestros, para que todos vivamos en el Amor de Dios, el Amor que Jesús nos da desde la Cruz.

         

miércoles, 26 de junio de 2013

Las Apariciones de la Virgen en Fátima explicadas para Niños - Sexta y última Aparición de la Virgen


13 de octubre de 1917

Tal como sucedió en las otras apariciones de la Virgen, los videntes notaron el reflejo de una luz y, enseguida, a Nuestra Señora sobre la encina. Luego comenzó el diálogo entre la Virgen y Lucía:
Lucía: ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí?
Nuestra Señora: Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honor. Que soy la Virgen del Rosario. Y que continuéis rezando el rosario todos los días. La guerra va a terminar y los militares volverán pronto a sus casas.
Lucía: Tengo que pedirle muchas cosas: la curación de unos enfermos, la conversión de unos pecadores...
Nuestra Señora: A unos sí, a otros noEs preciso que se enmienden, que pidan perdón de sus pecados. Y tomando un aspecto más triste dijo: No ofendan más a Dios Nuestro Señor que ya está muy ofendido.
Enseguida, abriendo las manos, Nuestra Señora las hizo reflejar en el sol, y mientras se elevaba, continuaba el reflejo de su propia luz proyectándose en el sol.
En ese momento, Lucía exclamó: ¡Miren el sol!
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Desaparecida Nuestra Señora en la inmensidad del firmamento, se desarrollaron ante los ojos de los videntes tres cuadros sucesivamente, simbolizando primero los misterios gozosos del rosario, después los dolorosos y finalmente los gloriosos (sólo Lucía vio los tres cuadros; Francisco y Jacinta vieron sólo el primero).
Aparecieron, al lado del sol, San José con el Niño Jesús y Nuestra Señora del Rosario. Era la Sagrada Familia. La Virgen estaba vestida de blanco, con un manto azul. San José también estaba vestido de blanco y el Niño Jesús de rojo claro. San José bendijo a la multitud, haciendo tres veces la señal de la Cruz. El Niño Jesús hizo lo mismo.
Siguió la visión de Nuestra Señora de los Dolores y de Nuestro Señor agobiado de dolor en el camino del Calvario. Nuestro Señor hizo la señal de la Cruz para bendecir al pueblo. Nuestra Señora no tenía espada en el pecho. Lucía veía solamente la parte superior del cuerpo de Nuestro Señor.
Finalmente apareció, en una visión gloriosa, Nuestra Señora del Carmen, coronada Reina del cielo y de la tierra, con el Niño Jesús en los brazos.
Mientras estas escenas se desarrollaban ante los ojos de los videntes, la gran multitud de 50 a 70 mil espectadores asistía al milagro del sol.
Había llovido durante toda la aparición.
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Cual gigantesca rueda de fuego, el sol giraba rápidamente. Paró por cierto tiempo, para enseguida volver a girar vertiginosamente sobre sí mismo. Después sus bordes se volvieron escarlata y se deslizó en el cielo como un remolino, esparciendo llamas rojas. Esa luz se reflejaba en el suelo, en los árboles, en los arbustos, en los propios rostros de las personas y en las ropas, tomando tonalidades brillantes y diferentes colores. Animado tres veces por un movimiento loco, el globo de fuego pareció temblar, sacudirse y precipitarse en zig-zag sobre la multitud aterrorizada.
Duró todo esto unos diez minutos. Finalmente, el sol volvió en zig-zag hasta el punto desde donde se había precipitado, quedando de nuevo tranquilo y brillante, con el mismo fulgor de todos los días.
El ciclo de las apariciones había terminado.
Muchas personas notaron que sus ropas, empapadas por la lluvia, se habían secado súbitamente.
El milagro del sol fue observado también por numerosos testigos situados fuera del lugar de las apariciones, hasta una distancia de 40 kilómetros.   


Unas 50 a 70 mil personas asistieron a la Sexta y última Aparición de la Virgen




         Enseñanzas espirituales de la Sexta y última Aparición de la Virgen

         -La Virgen pide que se construya una capilla: el templo material es muy necesario para el Pueblo de Dios, porque como somos seres humanos, necesitamos de un lugar y de un espacio físico para reunirnos a orar a Dios. Si bien se puede orar en cualquier lugar y en cualquier momento, es muy necesario el reunirse en un templo, porque allí se le dedica y se le presta más atención a la oración y a la Presencia de Dios. Hay que recordar, sin embargo, que el templo material, hecho de piedras, ladrillos, techos, puertas y ventanas, es solo una figura y representación de ese templo de Dios que es infinitamente más valioso, y es el cuerpo humano. Por el bautismo, cada cuerpo ha sido convertido en templo del Espíritu Santo, por eso el templo material sirve para saber cómo debemos cuidar el templo que es el cuerpo. Por ejemplo: ¿a alguien se le ocurriría hacer entrar todo tipo de animales en el templo material? Por supuesto que no, porque dejarían todo sucio y ofenderían la Presencia de Jesús en el sagrario. Bueno, esos animales son figura de las pasiones y sus pecados, que no deben entrar en el cuerpo, porque se ofende al Espíritu Santo. ¿Alguien escucharía música mala e indecente, como la cumbia y algunos géneros de rock, o incluso solamente música mundana en la capilla? Por supuesto que no, y mucho menos en el cuerpo que es templo del Espíritu. ¿A alguien se le ocurriría gritar, enojarse, patalear, hablar mal de otras personas, o planear cosas malas contra alguien, en la capilla? Por supuesto que no, y por supuesto que mucho menos en el templo que es el cuerpo.
         -La Virgen da su nombre: “Virgen del Rosario”, y vuelve a pedir que se rece el Rosario todos los días, además de prometer que la guerra terminará pronto. ¡Cómo será de importante el rezo del Rosario, que la Reina de los cielos, en persona, ha venido a nuestro mundo, para pedirnos que lo recemos! Las promesas que da la Virgen por el rezo del Rosario son hermosísimas, y la más hermosa de todas, es que promete la gracia de la conversión final para quien lo rece todos los días.
         -Nuevamente, la Virgen dice que curará “a unos sí y a otros no”. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo por el cual la Virgen no va a curar a todos? El motivo es que Dios nos da, a través de la Virgen, aquello que nos conviene para nuestra salvación. Si la curación va a servir para que demos mayor gloria a Dios, entonces nos curará; pero si la curación servirá para que una vez sanos nos olvidemos de Dios y comencemos a recorrer el camino de la perdición, entonces no nos curará. Pero también puede suceder que no cura a una persona, porque esa enfermedad, ofrecida a Jesús en la cruz, sirve para abrirle las puertas del cielo a esa persona y a muchas otras más. Es decir, la Virgen puede no curar a una persona, porque esa persona, a través de su enfermedad, llegará al cielo, junto con muchas otras personas más. Si la Virgen lo curara, no iría al cielo. No lo cura, para que vaya directamente al cielo, como le pasó a Jacinta y a Francisco, que a pesar de haber recibido la visita de la Virgen, Ella no los curó, para que fueran directamente al cielo, sin pasar por el Purgatorio.
         -Además, la Virgen dice que le importa más la conversión del corazón, que la curación del cuerpo, porque por la conversión del corazón, el alma no solo deja de ofender a Dios, sino que lo ama cada vez más. Por este motivo es que la Virgen se pone triste, pidiendo que no ofendamos más a Dios. Para que nos demos cuenta, una mentira, una impaciencia, un enojo, un acto de pereza, de orgullo, de vanidad, ofenden a Dios, porque en Dios no hay nada de estas cosas malas. Pero hay que saber que, además de ofenderlo, un alma que es perezosa, enojona, impaciente, o dice mentiras, no puede estar delante de Dios, en quien no se encuentra absolutamente nada de estas cosas malas. Un alma sin convertir, es decir, un alma que no busque en esta vida, ser “mansa y humilde de corazón” como el Sagrado Corazón de Jesús; un alma que no busque ser “pura e inmaculada”, por la gracia santificante, como el Inmaculado Corazón de María, jamás entrará en el Reino de los cielos, de ahí la importancia de la conversión y la insistencia de la Virgen en la conversión.
         -Luego de este diálogo, viene la representación en el cielo: la Virgen había dicho que Ella era la Reina del Rosario, y por eso en el cielo se representan las imágenes de los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, y esto es una forma de enseñarnos a rezar el Rosario. El que dice que “se aburre” cuando reza el Rosario, es porque no lo sabe rezar como lo enseña la Virgen. Rezar el Rosario es repasar, con los ojos del alma y del corazón, los misterios de la vida de Jesús, misterios que pasan ante los ojos del alma como si fueran una película que se proyecta en las paredes del corazón, película de la cual no somos meros espectadores, sino actores de reparto, porque rezamos el Rosario para aprender de la vida de Jesús. Debemos “meternos” en las escenas, como dice San Ignacio de Loyola, para ver y escuchar a los actores principales, Jesús y María, para que la Virgen vaya grabando en nuestros corazones la vida y el Amor de su Hijo Jesús. Rezar el Rosario no es nunca repetir oraciones vacías dichas al aire: es entrar en el Corazón Inmaculado de María, para que Ella nos enseñe la vida de su Hijo Jesús y vaya grabando sus virtudes en nuestros corazones, de modo que cada vez seamos más y más parecidos a Él.
         -También aparece la Sagrada Familia: San José, el Niño y la Virgen, esto para enseñarnos cómo es la verdadera y única familia creada y querida por Dios: papá-varón (aunque San José era solo el padre adoptivo de Jesús), mamá-mujer, y el hijo, que es el fruto del amor de los esposos (aunque en este caso, el Niño Jesús es fruto del Amor del Espíritu Santo, Esposo de la Virgen María). Luego aparecen Nuestro Señor “agobiado de dolor camino del Calvario”, para recordarnos la Pasión de Amor que sufrió Jesús por cada uno de nosotros: cuando lo contemplemos así, con la cruz a cuestas, tenemos que pensar que en esa cruz están todos mis pecados, que Él los lleva al Calvario para destruirlos con su Sangre, y para donarme su Vida eterna, hacerme hijo de Dios, y llevarme al cielo para ser feliz para siempre. ¡Cuánto nos ama Jesús! Aparece en el cielo también Nuestra Señora de los Dolores, para recordarnos que la Virgen es Corredentora, es decir, Ella, unida a su Hijo Jesús, también nos salva, y aunque no haya sufrido los latigazos, ni haya sido coronada de espinas, ni haya llevado la cruz como Jesús, Ella sufrió todo eso en su espíritu, y se unió a su Hijo Jesús en su sufrimiento, y por eso Ella se llama “Corredentora”. Por último, apareció en el cielo la imagen de Nuestra Señora del Carmen, para recordarnos el uso del Santo Escapulario, el cual, según sus promesas, nos evita el infierno si morimos con él y, sobre todo, si nos comprometemos a vivir en estado de gracia y a preferir “morir antes que cometer un pecado mortal o venial deliberado”, como dice Santo Domingo Savio.
         -Finalmente, la Virgen realizó el milagro que había prometido, para que todos creyeran, y es el milagro del baile del sol. Ella hace girar al sol y lo hacer acercarse tanto, que la gente cree que se va a estrellar contra la tierra. La Virgen lo puede hacer, porque Ella es la “Reina y Señora de todo lo creado”, por su condición de Madre de Dios, Ella es la “Mujer revestida de sol, con la luna a sus pies”, como la describe el Apocalipsis, y por eso es que tiene poder sobre toda la Creación visible, pero también es Reina de los ángeles, y por eso tiene poder sobre todos los ángeles; es Reina de todos los santos del cielo, y es por eso que su poder sobre ellos es el de una amorosísima madre sobre unos hijos bondadosos.


Los peregrinos se conmueven ante la magnitud del milagro del sol

         Para apreciar mejor la magnitud de este milagro, hay que tener en cuenta que había llovido durante toda la aparición, por lo cual toda la gente, unos 50 a 70 mil espectadores, a pesar de los paraguas, estaban todos empapados. Esto es muy importante saberlo, porque cuando finalizó el milagro del sol, todos estaban completamente secos, y esto se debió a la escasa distancia a la cual se acercó el sol a la tierra. La secuencia del milagro, según los relatos de los testigos presenciales, fue así: cuando terminó el diálogo de Lucía con Nuestra Señora, en el momento en que la Santísima Virgen se elevaba y Lucía gritaba “¡Miren el sol!”, las nubes se entreabrieron, dejando ver el sol como un inmenso disco de plata. Brillaba con una intensidad jamás vista, pero no cegaba. Esto duró apenas un instante. En ese momento, el sol comenzó una serie de movimientos inéditos, que todos coincidieron en llamar “el baile del sol”. Este baile consistió en que el sol comenzó a girar rápidamente, se detuvo por un momento, para enseguida volver a girar sobre sí mismo, como un disco; luego, sus bordes se volvieron de color rojo-escarlata (recordando el color de la Sangre de Jesús) y cuando esto sucedió, comenzó a girar como un remolino, esparciendo llamas de color rojo. Esta luz rojiza se reflejaba en los árboles, arbustos, en los rostros y ropas de las personas, para luego cambiar a tonalidades de diferentes colores. Luego, sucedió algo todavía más impresionante: el sol se movió por tres veces, como sacudido por un temblor, y luego se precipitó sobre la multitud, acercándose a la tierra vertiginosamente, en zig-zag. Esto duró unos diez minutos, y luego el sol volvió, también en zig-zag, a su lugar de siempre, quedando tranquilo y brillante, resplandeciendo con la luz de todos los días. La gente observó que sus ropas se habían secado completamente, como fruto de la cercanía del sol con la tierra: se acercó tanto, que parecía que iba a chocar con ella. Este milagro fue observado no solo por los testigos de las apariciones, sino también hasta una distancia de unos 40 kilómetros, y fue descripto al día siguiente por numerosos periódicos.
Con el “baile del sol”, terminaron las apariciones[1] en Fátima.

        


[1] Texto tomado del libro Fátima: ¿Mensaje de Tragedia o de Esperanza?, pp. 66-71.

domingo, 23 de junio de 2013

El Evangelio para Niños: “Jesús, Tú eres el Hijo de Dios”


(Domingo XII – TO – Ciclo C – 2013)
         El Evangelio de hoy cuenta lo que pasó cuando Jesús una vez les preguntó a sus amigos si ellos sabían qué era lo que las personas decían de Él. Sus amigos le dijeron que muchos creían que era un profeta que se llamaba Elías, otros, creían que era un hombre santo. Pero solo Pedro dijo la verdad: “Jesús, Tú eres el Hijo de Dios”. Pedro, que era el primer Papa, era el único que sabía la repuesta, porque el Espíritu Santo se lo había dicho al oído. Y eso mismo que Pedro dijo a Jesús, lo tenemos que decir nosotros cada vez que estemos delante del sagrario, porque la Eucaristía es el mismo Jesús, que es el Hijo de Dios.
         Es muy importante saber que Jesús no es un hombre más como cualquier otro, sino que es el Hijo de Dios, que ha venido a nuestro mundo y se ha hecho hombre, sin dejar de ser Dios, para hacernos a todos nosotros hijos adoptivos de Dios y así poder llevarnos al cielo.
         También es importante saber que Jesús es Dios, porque así sí vale la pena dar la vida por Jesús: si Jesús fuera solo un hombre y nada más, no tendría sentido ni dar la vida ni seguirlo ni tratar de ser como Él, porque ningún hombre puede perdonar los pecados, dar el Espíritu Santo, y llevar a todos al cielo, como hace Jesús. Pero como Jesús es Dios, entonces todo lo que Él promete, lo cumple. Jesús promete que si nosotros lo amamos y lo seguimos, diciendo “no” a nuestros caprichos, a la pereza, a la falta de paciencia, a la falta de amor a los demás, y luchamos cada día por ser más y más buenos para ser como Jesús, llevando la Cruz de cada día, Él nos va a llevar al cielo, a la Casa de su Papá, en donde vamos a vivir alegres para siempre junto a Jesús, a la Virgen y a todos los ángeles y santos.

         Cuando vayamos a rezar delante del sagrario, nos tenemos que acordar del primer Papa, Pedro, que le dijo a Jesús: “Tú eres el Hijo de Dios”, y le tenemos que decir a Jesús que está en la Eucaristía: “Jesús Eucaristía, Tú eres el Hijo de Dios y te has quedado en el sagrario para darme tu Amor. Haz que te ame tanto pero tanto, que después de esta vida, siga amándote para siempre en el cielo, junto a tu Mamá, la Virgen, que es también mi Mamá del cielo”.

miércoles, 19 de junio de 2013

Las Apariciones de la Virgen en Fátima explicadas para Niños - Quinta Aparición de la Virgen



13 setiembre de 1917


Al igual que sucedió en las apariciones anteriores, se registraron una serie de importantes fenómenos cosmológicos, los cuales fueron observados por los que asistieron al lugar, cuyo número fue calculado entre 15 y 20 mil personas, o tal vez más: el súbito refrescar de la atmósfera, el empalidecimiento del sol hasta el punto de verse las estrellas, una especie de lluvia como de pétalos irisados o copos de nieve, que desaparecían antes de llegar a la tierra. Como de costumbre, los videntes notaron el reflejo de una luz y, a continuación, vieron a Nuestra Señora sobre la encina:
Nuestra Señora: Continuad rezando el rosario para alcanzar el fin de la guerra. En octubre veréis también a Nuestro Señor, a Nuestra Señora de los Dolores y del Carmen, y a San José con el Niño Jesús para bendecir al mundo. Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiere que durmáis con la cuerda; llevadla sólo durante el día.
Lucía: Me han dicho que le pida muchas cosas: la curación de un sordomudo, de algunos enfermos...
Nuestra Señora: Sí, curaré algunos, a otros no. En octubre haré el milagro para que todos crean.
Y comenzando a elevarse, desapareció como de costumbre. 

         -Enseñanzas espirituales de la Quinta Aparición de la Virgen
         -Se producen fenómenos meteorológicos importantes, como el palidecer del sol, tanto, que se alcanzan a ver las estrellas. Esto quiere decir que todo el universo, visible e invisible, obedece a la Virgen, porque uno de sus títulos, junto al de Madre de Dios, es el de “Reina y Señora de todo lo creado”, y en el Apocalipsis Ella aparece como “la Mujer revestida de sol, con la luna a sus pies”. Toda la Creación palidece ante la Presencia de la Madre de Dios, y el mismo sol se oscurece, como signo de que la luz que inhabita a la Virgen desde su Concepción Inmaculada, la luz de la Gracia Increada, es infinitamente más potente que cualquier luz creada. La luz del sol, o de miles de millones de soles juntos, comparados con la luz de Virgen María, son como sombras. Esto es lo que quiere decir que el sol palidece. Otro significado es que la luz de la gracia, que viene por la intercesión de María, es superior a todo lo creado, simbolizado en la luz del astro sol que se vuelve pálida.
         -La Virgen les dice que continúen rezando el Rosario, para alcanzar el fin de la guerra. El rezo del Rosario, unas palabras recitadas con unas cuentas de madera unidas por un hilo y rematadas por una cruz, tiene más poder que el poder de las armas y de las bombas que los hombres fabrican para matarse entre sí. El Rosario es más poderoso que las armas, porque por el Rosario los hombres entran en comunión con la Virgen, y a través de Ella y de su Inmaculado Corazón, entran en contacto con Dios, que es la Paz y el Amor en sí mismos, y la Paz y el Amor de Dios, que vienen por el rezo del Rosario, son inimaginablemente más potentes que el poder de las armas fabricadas por los hombres. Además, el evangelista Juan dice que Dios “es Amor”, y el Amor de Dios es “más fuerte que la muerte”, y por eso es que, al rezar el Rosario, se alcanza la paz: porque por el Rosario viene a los corazones de los hombres el mismo Dios en Persona, que es Amor, Paz y Vida, y Dios, que es Amor, Paz y Vida, triunfa siempre sobre aquello que los hombres construyen con las armas: odio, guerra y muerte.
         -Debido a que los niños han hecho sacrificios, la Virgen está contenta con ellos, pero les dice que hay algunos, de modo particular, que no los deben hacer. El que quiera hacer algún sacrificio más fuerte, debe consultarlo siempre con su director espiritual –es muy conveniente tener uno- y obedecer a todo lo que él diga, porque más vale un sacrificio hecho por obediencia, que miles hechos por propia voluntad.
         -La Virgen curará a algunos enfermos, a otros no. Todo depende de la Voluntad de Dios, que siempre nos da lo mejor para nosotros. Si a alguno le servirá para su salvación que se cure, entonces lo curará, pero si no le sirve, no lo curará. Puede suceder que algunos, recibiendo el milagro de la curación, sintiéndose con buena salud, no la aprovechen para el bien, y por eso no reciben el don de la curación; a otros, puede ser que por la enfermedad alcancen el cielo, y por eso no reciben la curación. Como sea, Dios siempre nos da lo mejor para nosotros.
         -La Virgen dice que en octubre “hará el milagro para que todos crean”, un milagro que asombrará a todo el mundo.


domingo, 16 de junio de 2013

El Evangelio para Niños: La mujer pecadora lava los pies de Jesús



(Domingo XI – TO – Ciclo C – 2013)
         El Evangelio de hoy nos cuenta lo que pasó una vez, cuando una mujer, llamada María Magdalena, se arrodilló delante de Jesús y lloró tanto, que con sus lágrimas lavó los pies de Jesús y después los perfumó con un perfume muy rico, que costaba mucho dinero.
         ¿Por qué hizo esto María Magdalena? Porque ella amaba mucho a Jesús y le estaba muy agradecida, porque Jesús la había salvado de morir apedreada -María Magdalena, antes de conocer a Jesús, había sido muy pecadora, y en esos tiempos castigaban así el pecado y por eso la querían apedrear-, pero además le había expulsado siete demonios que tenía en su cuerpo y -lo más importante de todo- le había perdonado todos sus pecados. Por estas dos cosas, María Magdalena amaba mucho a Jesús, porque ella sabía que Jesús no era un ser humano como cualquier otro, sino que era Dios Hijo en Persona, y por eso se arrodilla delante de él, llora sus pecados y derrama perfume en sus pies.
         Esto que hace María Magdalena con Jesús, lo tenemos que hacer también nosotros con Jesús en la Eucaristía: para recibirlo en la boca, tenemos que arrodillarnos y adorarlo, reconociendo así que en la Eucaristía está Presente realmente Jesús, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad; al igual que María Magdalena lloró y lavó los pies de Jesús con sus lágrimas, que eran muchas porque ella estaba muy arrepentida de sus pecados, así también nosotros, para comulgar, tenemos que arrepentirnos de nuestros pecados y derramar lágrimas, que no importa que no sean de agua, de esas que salen de los ojos y corren por las mejillas; más importante, es que sean lágrimas del corazón, lágrimas que laven el polvo y la tierra que lo cubren, para que la gracia de Jesús lo llene de su santidad y su bondad; y también, igual que María Magdalena derramó perfume en los pies de Jesús, así nosotros, antes de comulgar, tenemos que derramar nuestro corazón a los pies de Jesús, para Él los perfume con el perfume exquisito de su gracia.

         María Magdalena nos enseña entonces a comulgar.

miércoles, 12 de junio de 2013

Apariciones de la Virgen en Fátima explicadas para Niños (VII) - Cuarta Aparición de la Virgen – 19 de agosto de 1917



Apariciones de la Virgen en Fátima explicadas para Niños (V) - Cuarta Aparición de la Virgen – 19 de agosto de 1917

El día 13 de agosto, en que debía darse la cuarta aparición, los videntes no pudieron a la cita con la Virgen en Cova da Iría, pues fueron raptados por el Administrador de Ourém quien, con amenazas, quiso arrancarles el secreto. Sin embargo, a pesar de su corta edad y a pesar de la violencia moral y verbal dirigida contra ellos, bajo la forma de múltiples amenazas –incluso los amenazaron de muerte, diciéndoles que los iban a “freír en aceite”, los niños permanecieron firmes y no cedieron a las presiones.
Sin los niños, retenidos por la fuerza, la Virgen lo mismo se hizo presente. A la hora de costumbre, se oyó en Cova da Iría un trueno, al que siguió un relámpago, habiendo notado los espectadores una pequeña nube blanca que se posó algunos minutos sobre la encina. Se observaron también fenómenos cromáticos de diversos colores en el rostro de las personas, en las ropas, en los árboles y en el suelo. Esto indicaba que Nuestra Señora había venido, pero no encontró a los videntes.
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Tres días más tarde, el día 19 de agosto, para cuando ya habían sido liberados los niños, Lucía estaba con Francisco y otro primo en el lugar llamado Valinhos, en una propiedad de uno de sus tíos, cuando a eso de las cuatro de la tarde, comenzaron a producirse las alteraciones atmosféricas que precedían a las apariciones de Nuestra Señora en Cova da Iría: un súbito refrescar de la temperatura, un oscurecimiento del sol y el característico relámpago. Lucía, sintiendo que algo de sobrenatural se aproximaba y los envolvía, mandó llamar rápidamente a Jacinta, que llegó a tiempo para ver a la Virgen aparecerse sobre una encina un poco mayor que la de Cova da Iría.
El diálogo entre Lucía y la Virgen, en la Cuarta Aparición de la Virgen, fue el siguiente:
Lucía: ¿Qué quiere Vuestra Merced de mí?
Nuestra Señora: Quiero que continuéis yendo a Cova da Iría el día 13 y que sigáis rezando el rosario todos los días. El último mes haré el milagro para que todos crean.
Lucía: ¿Qué desea que hagamos con el dinero que deja la gente en Cova da Iría?
Nuestra Señora: Que hagan dos andas. Una la llevas tú con Jacinta y otras dos niñas vestidas de blanco, y la otra que la lleve Francisco y otros tres niños. Las andas son para la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. El dinero que sobre, es para ayuda de una capilla que mandarán hacer.
Lucía: Quería pedirle la curación de algunos enfermos.
Nuestra Señora: Sí, a algunos curaré durante el año. Y tomando un aspecto más triste, les recomendó de nuevo la práctica de la mortificación, diciendo, al final: Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, que muchas almas se van al infierno por no haber quien se sacrifique y pida por ellas.
Y, como de costumbre, comenzó a elevarse en dirección al este.
Los videntes cortaron ramas del árbol sobre el cual Nuestra Señora se había aparecido, y las llevaron a casa. Las ramas exhalaban un perfume singularmente suave[1].    


         -Los niños no pueden acudir a la cita porque son secuestrados por las autoridades civiles de Ourem, quienes incluso los amenazan de muerte. De esta manera, se cumplen las promesas de la Virgen, de que sufrirían tribulaciones en caso de aceptarlas libremente por la conversión de los pecadores. El hecho de que los detuvieran y los amenazaran de muerte, pero sin finalmente llevar a cabo esta amenaza, demuestra que es vano el intento del hombre de detener el designio de Dios, ya que es como pretender ocultar el sol con una mano: puede ser que de momento no se reciba la luz del sol en el rostro, porque está oculto por la mano, pero el sol continúa existiendo e irradiando su luz sobre la tierra, y así sucede con los planes de Dios, que siempre se llevan a cabo. También es importante considerar que incluso hasta quien obra el mal, como el caso de las autoridades civiles de Ourem, es conducido por Dios para que su Voluntad siempre se realice. En este caso, los niños sufrieron la angustia de la persecución por el Nombre de Jesús, con lo cual adquirieron la bienaventuranza de ser perseguidos por Él y por el Reino de Dios. Los que obran el mal también tienen oportunidad de santificación, porque si se arrepienten del mal realizado, Dios, que es Misericordia infinita, los perdona siempre.
         Significado espiritual de la Cuarta Aparición de la Virgen
         -La Virgen vuelve a pedir el rezo del Rosario todos los días, por la conversión de los pecadores, y vuelve a pedir también las mortificaciones o sacrificios, por la misma intención. Para animarnos a la oración, al rezo del Rosario y a hacer sacrificios, la Virgen nos recuerda la visión del infierno de la Aparición anterior: “muchos se condenan en el infierno porque no hay nadie que rece ni haga sacrificios por ellos”. Esto quiere decir que cuando rezamos y cuando hacemos alguna mortificación o sacrificio, o cuando aceptamos con paciencia y amor alguna mortificación que nos sobrevenga, y unimos esto interiormente al sacrificio de Jesús en la Cruz y en la Santa Misa, estamos haciendo algo infinitamente más grande que lo que parece o puede parecer a simple vista. Por ejemplo, si en vez de protestar por la comida que no nos gusta, nos acordamos a Jesús que en la Cruz tiene hambre y sed, y se lo ofrecemos en silencio y con amor, lo que estamos haciendo, en realidad, no es simplemente “ser buenos”, ni tampoco simplemente estamos ejercitándonos en la virtud: lo que estamos haciendo, al unir ese pequeño sacrificio, con el sacrificio de Jesús, es: ¡salvar un alma! Cuando rezamos el Rosario, no estamos simplemente recitando unas oraciones de memoria: nos unimos espiritualmente a Jesús, que en la Cruz y en la Santa Misa, ora por nuestra salvación a Dios Padre. Por este motivo, el hecho de rezar -y sobre todo rezar el Rosario- y hacer sacrificios o mortificaciones, es algo grandísimo, algo que solo en el cielo podremos llegar a apreciar en todo su significado: por recitar las Avemarías meditando los misterios de la vida de Jesús; por no quejarnos, por hacer lo que nos piden, por ser pacientes, por ejercer la humildad, estamos salvando un alma de la condenación eterna, porque estamos uniéndonos a Dios en su obra de iluminar las almas con su gracia, y cuando Dios ilumina con su gracia al alma, en lo más profundo del corazón y de la mente, esa persona deja de obrar el mal y empieza a amar a Dios y a obrar el bien, y así comienza su camino de salvación, su camino para ir al cielo, y eso se llama “conversión”.
         Como vemos, rezar el Rosario y hacer sacrificios, penitencias y mortificaciones, son pequeñas acciones que, unidas al Sacrificio de Jesús en la Cruz y en la Santa Misa –que es el mismo y único sacrificio-, se convierten en algo grandioso: ¡unidos a Jesús y a la Virgen, salvamos muchas almas de condenarse en el infierno!  


[1] Texto tomado del libro Fátima: ¿Mensaje de Tragedia o de Esperanza?, pp. 61-65.

domingo, 9 de junio de 2013

El Evangelio para Niños: Jesús resucita al hijo de la viuda de Naím


         La Biblia nos cuenta que una vez Jesús iba caminando y se encontró con unas personas que iban al cementerio a enterrar a un niño que había muerto. La mamá del niño estaba muy pero muy triste, porque era su único hijo, y además, ya había fallecido su esposo, por lo que se encontraba sola. Al ver a esa mamá que lloraba tanto por su hijo, Jesús se puso muy triste, y como no quería que siguiera llorando, le dijo: “Mujer, no llores”. Jesús le dijo eso no solo para tranquilizarla, sino porque  Él sabía qué era lo que iba a hacer: iba a hacer un milagro, lo iba a volver a hacer vivir a su hijo muerto. Después que le dijo eso, Jesús le dijo al niño: “Levántate”, y el niño volvió a vivir. Jesús hizo eso porque Jesús nos ama muchísimo, y no quiere que estemos tristes. 
          Esto nos hace acordar que en la vida de todos los días, hay gente que muere, incluso seres queridos nuestros. Por eso nos preguntamos muchas veces: ¿Por qué muere la gente? ¿Por qué mueren los seres queridos? ¿Dios no puede hacer nada para que la gente no muera? 
          Lo que tenemos que saber es que la gente muere por culpa del pecado original de Adán y Eva: Dios no nos creó para morir, sino para que vivamos, pero por el pecado que entró en el Paraíso, todas las gentes empezaron a morir. Y Dios sí puede hacer algo para que la gente ya no muera más, y lo que hizo fue enviar a su Hijo Jesús  para que ya no muramos más: Él vino para morir en la Cruz y después resucitar y así darnos la vida eterna en los cielos. Si subimos a la Cruz con Jesús en esta vida, todos los días, en la otra vida, vamos a vivir para siempre, porque vamos a resucitar con Él, y nunca más vamos a morir, y vamos a vivir felices con Jesús, con la Virgen, los ángeles, los santos, y todos nuestros seres queridos.

         El Evangelio de hoy nos enseña que, gracias a la muerte de Jesús en la Cruz, todos los que mueren, van a resucitar, es decir, van a volver a vivir, para ya no morir nunca más, y van a ir a vivir en la Casa de Dios Padre para siempre.

miércoles, 5 de junio de 2013

Apariciones de la Virgen María en Fátima explicadas para Niños (VI) –Tercera Aparición de la Virgen - 13 de Julio de 1917


En el Infierno, los condenados deberán soportar la 
horrible visión y presencia de los demonios, 
quienes se burlarán de los condenados y los castigarán durísimamente 
por toda la eternidad.

Mientras se acercaba la fecha de Julio Lucía sufría tribulaciones a causa de la posición sostenida por el párroco quien le advertía que el diablo podría estar detrás de estas apariciones. A causa de estas sospechas Lucía le confió a Jacinta que su intención era la de no ir. Pero cuando el día finalmente llegó, sus miedos y ansiedades se desaparecieron, de manera que a las doce estaba en Cova de Iría con Jacinta y Francisco, esperando la llegada de la bella Señora. 
La Tercera Aparición, la del 13 de julio, se mostró como una de las más importantes de todo el mensaje de la Virgen en Fátima, estando formada por un secreto dividido en tres partes, secreto que los niños guardaron celosamente. Las primeras dos partes, la visión del infierno y la profecía del futuro rol de Rusia y cómo prevenirlo, fueron reveladas recién en el año 1941, cuando Lucía escribió su tercer diario. La tercera parte, comúnmente conocido como el Tercer Secreto, fue más tarde comunicado al obispo, quien lo envió sin leer al Papa Pío XII.
Así narra Lucía esta Aparición: “Unos minutos después de haber llegado a Cova da Iría, cerca de la encina donde la Virgen se había posado en la Aparición anterior, donde un gran número de personas estaban rezando el Rosario, vimos un flash de luz una vez más, y un momento después Nuestra Señora se apareció en la encina.
“Lucía”, dijo Jacinta, “habla. La Señora te está hablando”.
“¿Sí?”. Dijo Lucía. Ella habló humildemente, pidiendo perdón por sus dudas con todos sus gestos, y le dijo a la Señora: “¿Qué quieres de mí?”.
“Quiero que vengan aquí el día trece del mes que viene. Continúen rezando el Rosario todos los días en honor a Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el final de la guerra, porque sólo Ella puede obtenerlo”.
“Sí, Sí”.
“Yo quisiera preguntarle quién es usted, y si puede hacer un milagro para que todo el mundo sepa a ciencia cierta que se ha aparecido”.
“Deben venir aquí todos los meses, y en octubre yo te diré quién soy y lo que quiero. Después haré un milagro para que todos crean”.
Con mucha confianza en la Virgen, Lucía comenzó a presentarle a la Virgen las peticiones que todos le habían confiado. La Señora dijo muy gentilmente que ella curaría a algunos, pero que a otros Ella no curaría.
“¿Y el hijo paralítico de Maria da Capelinha?”.
“No, no será curado ni de su enfermedad ni de su pobreza, y debe de asegurarse de rezar el Rosario junto a su familia todos los días.
Otro caso encomendado por Lucía a la Señora fue el de una mujer enferma de Atougia quien pidió que se la llevaran al cielo.
“Dile que no tenga prisa. Dile que yo sé muy bien cuando yo vendré a buscarla”.
“Hagan sacrificios por los pecadores, y digan seguido, especialmente cuando hagan un sacrificio: Oh Jesús, esto es por amor a Ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María”.
Mientras Nuestra Señora decía estas palabras abrió sus manos una vez más, como lo había hecho en los dos meses anteriores. Los rayos de luz parecían penetrar la tierra, y vimos como si fuera un mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantadas en el aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo, se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso o equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo. (Debe haber sido esta visión la que hizo que yo gritara, como dice la gente que hice). Los demonios podían distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a horribles animales desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados y como pidiendo auxilio, miramos hacia Nuestra Señora, quien nos dijo, tan amablemente y tan tristemente:
“Ustedes han visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón. Si ustedes hacen lo que yo les diga, muchas almas se salvarán, y habrá paz. Esta guerra cesará, pero si los hombres no dejan de ofender a Dios, otra guerra más terrible comenzará durante el pontificado de Pio XI. Cuando ustedes vean una noche que es iluminada por una luz extraña y desconocida (esto ocurrió en Enero 28, 1938) sabrán que esta es la señal que Dios les dará que indicará que está a punto de castigar al mundo con la guerra y el hambre, y por la persecución de la Iglesia y del Papa.
Para prevenir esto, vengo al mundo para pedir que Rusia sea consagrada a mi Inmaculado Corazón, y pido que los primeros Sábados de cada mes se hagan comuniones en reparación por todos los pecados del mundo. Si mis deseos se cumplen, Rusia se convertirá y habrá paz, si no, Rusia repartirá sus errores alrededor del mundo, trayendo nuevas guerras y persecuciones a la Iglesia los justos serán martirizados y el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, ciertas naciones serán aniquiladas. Pero al final mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre consagrará a Rusia a Mí, y esta será convertida y el mundo disfrutará de un período de paz. En Portugal la fe siempre será preservada… (Aquí viene la parte del secreto que aún no ha sido revelado). Recuerden no deben decirle esto a nadie más que a Francisco.
Cuando ustedes recen el Rosario, digan después de cada misterio: Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, y socorre especialmente a los más necesitados de tu infinita Misericordia”.
“¿Hay algo más que quieras de mi?”.
“No, no quiero más nada de ti hoy”.
Luego, al igual que antes Nuestra Señora comenzó a ascender hacia el Este, hasta que finalmente desapareció en la inmensidad del firmamento.
La posesión del Secreto probó ser una gran prueba para los tres pequeños. La familia, los vecinos, seguidores de la aparición, hasta el clero, trató sin éxito que fuera revelado. Finalmente, en cuanto el día de la aparición se acercaba hasta el gobierno civil, que era secular y venenosamente anti-clerical, alarmado por el número de personas que estaban interesándose en los eventos de Fátima, planearon arrestar a los niños y denunciar a la Iglesia como colaboradora en un fraude.

Sor Lucía y la Virgen de Fátima


Enseñanzas espirituales de la Tercera Aparición
-El párroco le advierte a Lucía que el diablo puede estar detrás de las Apariciones. Esto es así, porque como es el “Príncipe de la mentira” (Jn 8, 44), puede “disfrazarse de ángel de luz” (2 Cor 11, 14) e incluso aparecerse como la Virgen, como Jesús o como algún santo, como de hecho ha sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia. Sin embargo, Dios nunca permite que seamos engañados y siempre nos da las herramientas para que podamos discernir si una aparición viene de Dios o del diablo. ¿Cómo saberlo? Dice San Ignacio de Loyola que si el principio, el medio y el fin son todos buenos, señal es que viene  de Dios. Pero si el principio es bueno, el medio es malo, el fin será malo, y entonces es clara señal que no viene de Dios. Otra forma de saberlo es ver a qué nos conduce: si nos lleva al arrepentimiento de los pecados y a detestar las cosas malas por pequeñas que  sean, y si nos enciende el deseo de rezar y de amar a Dios, a la Iglesia y al prójimo, es clara señal que viene de Dios. Lo contrario, es indicio de que viene del demonio. El párroco estaba bien en advertir que podía venir del diablo, pero al ver las señales del cielo, debía aceptar que las Apariciones venían del cielo y no eran ni invento de los niños ni engaños del diablo.
-La Virgen vuelve a pedirles que regresen el próximo mes y que continúen rezando el Rosario todos los días en honor de la Virgen del Rosario. Es la condición para obtener la paz del mundo y el final de la guerra, porque solo Ella puede hacerlo. Esto es así porque el Rosario es un arma espiritual poderosísima por medio de la cual el Instigador del mal, del rencor, de la enemistad entre los hombres, el demonio, queda totalmente desarmado cuando se reza el Rosario. El Rosario, una corona de rosas espirituales que llevan la fragancia del Amor a Dios, corona que le regalamos a la Virgen cada vez que lo rezamos, se convierte para el demonio en una pesadísima cadena con eslabones más duros que el acero, que lo envuelve todo entero y le impide, a él y a sus súbditos, hacer daño a las almas. Cuando no se reza el Rosario, esas cadenas se aflojan, y el demonio y todo el infierno quedan sueltos, y como sólo tienen odio en sus corazones angélicos privados de la gracia y llenos de maldad y rencor, buscan destruir, tentar, engañar, y provocar toda clase de males. Cuando las personas, las familias, las ciudades, las naciones enteras, no rezan el Rosario, se ven expuestas al ataque sin piedad de estos seres malignos, que destruirían el mundo y las almas en un instante si les fuera permitido. De ahí la importancia del rezo del Santo Rosario, y el pedido insistente de la Virgen de que lo recemos todos los días. Las guerras entre los hombres y las violencias de todo tipo van en aumento porque no se hace caso a las advertencias del cielo y no se reza el Rosario como lo pide la Virgen: todos los días.
-Lucía le vuelve a preguntar quién es y le pide un milagro para que todos crean, y la Virgen le dice que le dirá en octubre quién es y que hará un milagro para que todos crean.
-Lucía entonces le pide por algunos del pueblo: uno le había pedido que la Virgen lo cure de su parálisis y que lo saque de la pobreza, pero lo Virgen le dice que no hará ni una ni otra cosa, pero que debe asegurarse de rezar el Rosario todos los días junto a su familia. ¿Por qué la Virgen obra de esta manera? ¿No habría sido una muestra de bondad que se cure de su enfermedad y que deje de ser pobre? La razón por la que la Virgen no le concede lo que pide, es que Ella sabe, con la Sabiduría de Dios, lo que es verdaderamente bueno para nosotros. Ella sabía que si esta persona se curaba de su enfermedad, de su parálisis, usaría sus piernas y pies para obrar el mal, y si salía de su pobreza, usaría su dinero no para ayudar a los pobres y para dar limosna, sino para envanecerse y gastarlo en cosas malas. En otras palabras, la Virgen sabía que si le concedía lo que le pedía, eso serviría solo para la condenación de su alma, y por eso no se lo concede. Sin embargo, le pide que rece el Rosario todos los días con su familia, y esto sí es una doble ayuda: con el Rosario, más que caminar, puede volar espiritualmente al Corazón Inmaculado de María, y de allí al Sagrado Corazón de Jesús y esto es infinitamente más valioso que el hecho de caminar, porque es ya vivir el cielo en la tierra; además, con el Rosario vienen las verdaderas riquezas, aquellas que debemos “codiciar” con todo el corazón para ganarlas y depositarlas en el cielo, las riquezas espirituales, es decir, todo aquello que nos viene de Dios y de su Bondad infinita: la paz, la gracia, la alegría, el amor, la verdadera felicidad. Rezando el Rosario, entonces, esta persona iba a obtener mucho más de lo que pedía: iba a obtener la salud del alma y la riqueza del cielo. Por eso la Virgen no le concede lo que pide, pero sí le pide que rece el Rosario, para obtener infinitamente más de lo que pide.
-Una mujer le pide que la lleve al cielo. La Virgen le dice que no tenga prisa, que Ella sabe cuándo vendrá a buscarla. En la Biblia se dice: “Hay que pasar muchas tribulaciones para llegar al cielo” (Hch 14, 22), y eso es lo que nos dice también el Papa Francisco: “El Señor nos prepara para el cielo con las pruebas, con el consuelo, con las tribulaciones, con las cosas buenas”, porque nos prepara para una “belleza grande”. Esta buena señora quería ir al cielo, y la Virgen la iba a venir a buscar, como queremos que haga con todos nosotros, pero el tiempo y el momento, sólo Ella y Dios lo saben. Además, como lo dice la Biblia y el Papa, es necesario pasar por muchas tribulaciones para llegar al cielo, porque tenemos que desprendernos de todo: de nuestro propio yo, de las cosas materiales, de nuestros seres queridos, pero para reencontrar todo purificado y santificado en la otra vida. Todo lo que dejemos en esta vida por Jesús y su gloria, Él nos lo devolverá multiplicado millones y millones de veces, pero para eso tenemos que saber desprendernos de las cosas, y eso quiere decir que “para llegar al cielo hay que pasar por muchas tribulaciones”. El consuelo es que en la Cruz de Jesús, esas tribulaciones se dulcifican y desaparecen, para convertirse en bendiciones.
-La Virgen vuelve a pedir sacrificios por los pecadores, y les enseña una oración cada vez que se haga un sacrificio: “Hagan sacrificios por los pecadores, y digan seguido, especialmente cuando hagan un sacrificio: Oh Jesús, esto es por amor a Ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María”. El sacrificio o mortificación es el camino más rápido para ir al cielo: un gesto de paciencia, un enojo convertido en sonrisa, una palabra de aliento en la dificultad, no quejarnos, dar ánimo a los demás, ayudar en todo lo que sea posible, según nuestro estado de vida, como por ejemplo levantar la mesa, limpiar los platos, ayudar en el hogar, no discutir, no pelear, buscar la paz, etc., uniendo todo al sacrificio de Jesús en la Cruz, pidiendo por la conversión de los pecadores, y ofreciéndolo en reparación por las ofensas al Inmaculado Corazón de María, es contribuir a que el Amor, la Bondad y la Paz de Dios reinen en los corazones de nuestros hermanos, y es anticipar el triunfo del Corazón Inmaculado de María.

-Después de decirles esto, inmediatamente la Virgen abre sus manos, como lo había hecho en la otra Aparición, pero en vez de la luz de Dios, esta vez la luz que salía de sus manos les mostró otra cosa muy diferente: el Infierno. Pero más que mostrárselos simplemente, la Virgen les hizo experimentar su cercanía, y de algún modo los llevó allí, y por eso es que los pastorcitos sintieron terror, hasta el punto de dar Lucía un grito de espanto. Esto es una advertencia para aquellos que no quieren hablar del Infierno a los niños –ni a los jóvenes, ni a los adultos, ni a nadie-: si la Virgen en persona, más que hablarles del Infierno, se los muestra, y más que mostrárselos, les hace vivir la experiencia del Infierno, y esto a unos niños que se encuentran en su más tierna infancia: ¿quiénes somos nosotros para negar esta realidad sobrenatural? ¿Quiénes somos nosotros para ocultar las verdades del cielo? ¿Quiénes somos nosotros para seleccionar los contenidos de la Fe, transmitiendo lo que nos parece y ocultando lo que no nos parecer? ¿Puede acusarse a la Virgen de “cruel” por haberles mostrado y hecho experimentar el infierno a unos niños pequeñísimos? De ninguna manera, por lo tanto, es nuestro deber transmitir las verdades de la fe y entre ellas, el dogma de la existencia del Infierno. Si alguien no se decide a amar a Dios por su bondad, al menos que se abstenga de obra el mal por temor al Infierno y sus horrorosos castigos. Y si lo mismo quiere pecar y condenarse –en el fondo, el que se condena, lo hace porque quiere y porque no quiere salvarse-, que al menos no diga “Yo no sabía que existía un Infierno”, porque nosotros se lo advertimos.
Todos los hombres debemos estar certísimos de la existencia del Infierno y de la posibilidad real de condenación personal, eterna, para siempre, si endurecemos nuestro corazón y obramos el mal sin arrepentirnos. El problema no es obrar el mal, sino, no arrepentirse, y esto es lo que le pasó a Judas Iscariote y también a Pedro, el Primer Papa: los dos traicionaron a Jesús, pero Pedro se arrepintió y se salvó, mientras que Judas Iscariote no se arrepintió y se condenó.
Las penas y dolores del Infierno son dolorosísimas, tremendas, inenarrables, imposibles de imaginar siquiera, y todo lo que podamos saber, son solo una ligerísima aproximación que se quedan muy pero muy lejos de la realidad. Las almas sufren de todas las maneras posibles, sobre todo en los órganos con los cuales se pecó mortalmente y fueron la causa de la condenación eterna: tal como los ven los pastorcitos, los condenados arden como brasas incandescentes, porque el fuego del Infierno lastima cientos de miles de veces más que el fuego que conocemos en la tierra, y a diferencia de este, que al destruir la materia que consumía termina por apagarse, este fuego infernal, por un especial milagro de la Justicia Divina, ni consume los cuerpos ni se apaga, con lo cual el ardor, además de ser insoportable, es eterno, para siempre. Pero además los condenados sufren un castigo especial, además del castigo general, en los órganos con los que pecaron mortalmente, aumentando así el dolor y la pena: los ateos y apóstatas son invadidos por gusanos en sus cerebros; los ladrones sufren las amputaciones de sus miembros; los lujuriosos e impuros son acuchillados en sus partes íntimas; los avaros sufren hambre insoportable; los mentirosos y calumniadores vomitan serpientes continuamente; los brujos son obligados a comer asquerosidades inmundas eternamente, etc. etc., y todo esto envueltos en un mar de fuego y con el pensamiento de que ya no volverán a ver más a Dios –este es el dolor más grande que experimentarán por la eternidad-, y todo por un pecado que duró segundos y que no trajo más satisfacción que la del odio. Muchas de las cosas que vivimos en este mundo, y las tomamos como "normales", son manifestaciones del infierno: la música cumbia, la música rock pesada, el alcoholismo, las drogas, las modas indecentes, las minifaldas, el amor dinero, el amor al poder, la violencia, la mentira, el engaño, la pereza, el ganar dinero sin trabajar, el robar, el quedarse con bienes que no son propios, el confesarse sin propósito de enmienda... Todas estas cosas conducen directamente al infierno. Otro castigo que experimentarán los condenados es la presencia y visión continua de los demonios y de Satanás, seres horribles, espantosos, que provocan un terror y espanto tan grande por su fealdad indescriptible, que provocan la muerte, pero como en el Infierno no se muere más, se tiene que convivir con la visión, presencia, burla y castigo de estos seres malignos y perversos, por toda la eternidad, sin tener posibilidad alguna de escapar o de esconderse de su presencia abominable. Quien no quiera saber nada de Dios y de la Virgen en esta vida y quien no quiera amarlo, tendrá que saber del Diablo y de los demonios en el Infierno, en donde sólo podrá odiar sin descanso, por los siglos sin fin. Quien no quiera ser abrasado en el Fuego del Amor divino, Fuego que no solo no lastima, sino que concede el Amor, la luz, la paz, la alegría de Dios Trino por la eternidad, tendrá que indefectiblemente ser hundido en el mar de fuego que es el Infierno, fuego que lastima, quema, provocar ardor insoportable, sin consumirse, sin detenerse, sin apagarse, para siempre. No en vano la Biblia dice: “Frente al hombre están el bien y el mal; lo que él elija, eso se le dará”. Si elegimos el Bien infinito, Dios Trino, obtendremos de Él todo lo que es Él, Amor infinito; si elegimos el mal, obtendremos el mal infinito, el Infierno. De nosotros depende obtener aquello que queramos: lo que elijamos, eso se nos dará.

El que se condena en el infierno, 
lo hace porque en esta vida 
no quiso amar a Dios Trino.

-No todo está perdido para los pecadores. Mientras haya oración, hay esperanzas de salvación y ese es el motivo por el cual , luego de la visión del infierno, la Virgen pide nuevamente la oración del Rosario, pero ahora agrega algo, y es la devoción al Inmaculado Corazón de María de los primeros Sábados de cada mes: la devoción consiste en rezar el Rosario, meditando sus misterios, confesarse ese día, comulgar, y ofrecerlo todo en reparación por los pecados del mundo. También quiere que Rusia, que propaga el comunismo ateo, enseñado por el Dragón rojo, sea consagrada a su Inmaculado Corazón, para que deje de esparcir sus errores por el mundo, porque es una gran mentira decir que Dios no existe y que los hombres, para ser iguales, tienen que matarse entre sí; si se consagra a Rusia, el mundo tendrá paz.
-Finalmente, la Virgen deja un mensaje esperanzador: “Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará”. Y esto es así, porque el Corazón de la Virgen, lleno del Amor de Dios, encenderá a todos los corazones en el Amor divino, y así el Amor de Jesús triunfará sobre el odio del Ángel caído.
-La Virgen pide que, al final de cada misterio, se rece así: “Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, y socorre especialmente a los más necesitados de tu infinita Misericordia”. En esta oración, nos reconocemos pecadores y pedimos perdón, como Pedro arrepentido; le pedimos a Jesús que nos libre del horroroso fuego del Infierno, y que perdone y lleve con Él a todos los pecadores, para que ninguno se condene.