Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

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jueves, 11 de agosto de 2016

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 32 – La Santa Misa. La Eucaristía como sacrificio

Catecismo para Niños de Primera Comunión[1] - Lección 32 – La Santa Misa. La Eucaristía como sacrificio
Doctrina
¿Qué es la Santa Misa? La Santa Misa es el sacrificio del Cuerpo y Sangre de Jesucristo ofrecido en nuestros altares bajo las especies de pan y vino, en memoria del sacrificio de la Cruz.
¿Por qué decimos que la Santa Misa es sacrificio? Decimos que la Santa Misa es sacrificio porque en ella Jesucristo se ofrece como víctima en reconocimiento de la suprema majestad de Dios y en reparación por nuestros pecados.
¿Es la Misa el mismo sacrificio de la cruz? Sí, porque en uno y otro el mismo Jesucristo es sacerdote y víctima.
La Misa es, pues, el sacrificio de la cruz perpetuado; en sustancia es el mismo que ofreció Jesucristo en el Calvario, y la diferencia que hay entre uno y otro es accidental:
1)                                 En el Calvario, o sea, en la cruz se ofreció Él mismo, y en la Misa se ofrece bajo las especies de pan y vino por el ministerio de los sacerdotes; 2) En la cruz el sacrificio fue cruento o con derramamiento de sangre, y en la Misa es incruento o sacramental; 3) en la cruz Jesucristo nos redimió, y aunque bastó para redimirnos, porque el sacrificio de la cruz es infinito, sin embargo el sacrificio de la Misa actualiza y perpetúa el sacrificio de la cruz, no para añadir eficacia a aquel, sino para aplicarnos los frutos de la redención. En otras palabras: cuando asistimos a la Santa Misa, es como si asistiéramos, el Viernes Santo, a la Crucifixión de Jesús, solo que no podemos vez de ver a Jesús con los ojos del cuerpo, porque está invisible y oculto en lo que parece pan y vino, la Eucaristía.
2)                                 El sacrificio es inmolación o destrucción de una víctima ofrecida a Dios en reconocimiento de su supremo dominio sobre todas las cosas. El sacrificio de la Cruz y el sacrificio de la Misa, son un único y mismo sacrificio, por lo que en los dos se inmola, por nosotros, la Víctima Inocente, Jesús, solo que en el Calvario se inmola en la Cruz, y en la Misa se inmola, invisible, en el Altar.
¿Cuáles son los fines de la Santa Misa? Los fines de la Santa Misa son cuatro: adorar a Dios, darle gracias, pedirle beneficios y satisfacer por nuestros pecados.
¿Cuántas partes tiene la Misa?

Las partes de la Misa con dos: Liturgia de la Palabra y Liturgia de la Eucaristía.
         Explicación

El Padre Pío celebrando la Santa Misa.
Cuando el sacerdote ofrece el Sacrificio del Altar, que es la Santa Misa, se actualiza y se perpetúa el Santo Sacrificio de la Cruz, es decir, en la Santa Misa es como si estuviéramos delante de Jesús, que muere en la Cruz el Viernes Santo, en el Calvario. Dios Padre recibe, por lo tanto, con el mismo agrado con el que recibió el Sacrificio de Jesús en la Cruz, el Santo Sacrificio del Altar, la Santa Misa. Para Dios Padre, la Misa es tan agradable como el Sacrificio de Jesús en el Calvario, porque es el mismo y único sacrificio, solo que ofrecido de modo incruento y sacramental.
         La Eucaristía no es únicamente un sacramento, sino que es además el sacrificio perenne de la Nueva Ley. Este sacrificio se llama la Santa Misa. El sacrificio de la Misa es el mismo sacrificio del Calvario, y fue anunciado cinco siglos antes por el profeta Malaquías (1, 11).
         En la Santa Misa primero se consagra el Cuerpo de Cristo y luego separadamente la Sangre, para representar mejor a Cristo como Víctima en el sacrificio: así como en la Cruz el Cuerpo de Jesús se separó de su Sangre, porque su Sangre salió a borbotones de sus heridas y de su Costado traspasado, así en la Misa se consagran el Cuerpo y la Sangre separados, para indicar que es el mismo sacrificio de la cruz. La diferencia es que la Sangre de Jesús, que en el Calvario caía en la tierra, en la Misa se recoge en el Cáliz del altar.
         Cuando se ofrece la Santa Misa por las Almas del Purgatorio, estas se ven libres de sus penas y así pueden entrar en el cielo. Luego, esas almas, ya siendo santos en el cielo, interceden por nosotros.
         En la Santa Misa también podemos “impetrar”, es decir, pedir a Dios por nuestras necesidades, sean materiales o espirituales, y el que pide por nosotros a Dios Padre, es el mismo Jesucristo en Persona.
         De Dios recibimos innumerables beneficios –la vida, el ser hijos de Dios por el bautismo, el alimentarnos con su Cuerpo y Sangre, el recibir el Espíritu Santo en la Confirmación, etc.-, y como no podemos “pagar” por todo lo que Dios nos da gratuitamente, la Santa Misa es el medio digno de dar gracias por todo lo que de su Divina Bondad recibimos. Es decir, la acción de gracias es uno de los motivos por los que tenemos que mandar celebrar una Misa.
         Práctica: amar la Misa y asistir con frecuencia. Si yo supiera que Jesús bajará del cielo sólo para mí, y sólo para darme su Corazón, lleno del Amor de Dios, ¿pondría algún pretexto para faltar a la cita? Pues bien, ¡eso es lo que sucede en la Santa Misa! Jesús baja del cielo en la Santa Misa y en el altar hace lo mismo que en la Cruz: así como en la cruz entregó su Cuerpo y derramó su Sangre por mi amor, así en la Misa entrega su Cuerpo en la Eucaristía y derrama su Sangre en el cáliz, para darme su Amor, el Amor de Dios. En la Santa Misa, Jesús me da su Sagrado Corazón Eucarístico, lleno del Amor de Dios. ¡No me lo puedo perder por nada del mundo!
         Palabra de Dios: la Misa sustituyó a todos los sacrificios de la Antigua Ley, por eso no tiene sentido realizar esos sacrificios, que ya no valen nada a los ojos de Dios: “Así dice el Señor: ‘No tengo en vosotros complacencia alguna, no me son gratas las ofrendas de vuestras manos, porque desde que sale el sol hasta el ocaso, grande es mi nombre entre las naciones, y en todo lugar se sacrifica y se ofrece al hombre mío una oblación pura” (Mal 1, 11). Ese sacrificio es la Santa Misa.
         Ejercicios bíblicos: 1 Cor 11, 23; Lc 22, 19; Hech 4, 32; 1 Cor 10, 17.




[1] Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla3 1997.

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